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La estetica de lo Nefando

Ensayo

La estética de lo Nefando

Melanie García Robles

Número revista:

2

Tema libre

“En lo innombrable hay imperios de luciérnagas”

-Mónica Ojeda



La experiencia estética en el arte ―y por ende en la literatura― puede asumirse como liberación para quien la escribe o para quien la lee y puede estar presente en obras sutiles, llenas de belleza y nitidez, pero también en obras oscuras, llenas de ruido, perversión y dolor. Puede haber una experiencia estética incluso en lo nefando.


Al referirse a la experiencia estética de una lectura, se puede hablar de varias formas de recepción o percepción. Una de ellas, según Jauss, es el saber poiético (placer de la autoría que brota de la necesidad universal de encontrarse en el mundo). De igual manera ocurre con quien interpreta la obra y de ahí parten dos conceptos; la aisthesis: la experiencia estético-receptiva se centra en la recepción placentera del texto, predomina la intuición sobre el logos; y la catharsis: el placer de las emociones propias, provocadas por la retórica o la poesía que son capaces de liberar a la persona mediante la satisfacción estética. Sin embargo, una experiencia estética no siempre se va a relacionar con el goce o el placer de lo bello; pero sí deberá ser capaz de transmitir e incluso de despertar sensaciones y sentimientos ―como el miedo a lo humano―. De ahí la importancia de la minuciosidad en construir y desarrollar la forma y el fondo en una novela como Nefando para alcanzar una óptima experiencia estética en el proceso de escritura de la autora, como también en el momento de la lectura de cualquier persona, aun cuando se cuente lo que está en el límite de lo que puede ser narrado, lo indecible, lo nefando, aun si el texto narrativo esté cargado de pasajes poéticos.


Nefando de Mónica Ojeda es una novela cuyos motivos podrían perturbar porque el argumento gira en torno a la infancia, los traumas corporales, la sexualidad, la pornografía infantil, el morbo, la Deep web, la relación  del cuerpo con el Internet y la construcción del cuerpo a partir de cada historia de vida. Sin embargo, no importa qué tan abyecto, real, íntimo sea lo que se cuente en la novela, hay una experiencia estética que no necesariamente es la catharsis, sino aquella a la que la literatura tiende de manera natural, como propone Sontag, sin sobreanalizarla o sobreinterpretarla como teorías sociales o académicas. Es evidente que en Nefando ninguna descripción es gratuita; incluso cuando su forma es bastante poética, el trasfondo va develando el argumento de la novela: la relación del cuerpo desde la infancia y el arte de la escritura que vencen los límites del horror, que ruge y deja huella en el momento preciso en que la escritura se excede a sí misma, porque escribir no es necesariamente una acción pulcra ni mucho menos exacta:


Cuánta dureza, pensó: yo no quiero que mis palabras sean un bloque, ni una ciudad ni una fábrica; quiero que sean como el pasto ¿Pueden ser como el pasto? Se sentó en una mesa desocupada, redonda, blanca como un diente y encendió su laptop. (...) No quiero construir nada, no me interesa ser una ingeniera del lenguaje: yo solo busco regar lo que ya está vivo (...) Nella, Diego y Eduardo eran la infancia parecida a la escritura” (Ojeda, 2016, pp. 137-138)


Sin el afán de anular o criticar otras formas de lectura, considero que una forma válida para leer la obra de Ojeda, prosa llena de imágenes poéticas, puede ser la del sentir. En palabras de Sontag: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”, porque en esta obra se resalta la precisión de contar e hilar bien cada historia oscura y abyecta (como la que cuenta Iván, la de los tres hermanos y la contada en la novela de Kiki ), y la prolijidad al escoger descripciones poéticas que atrapan de inmediato para que la lectura no se convierta en una historia de horror o de crónica roja.


La literatura, como obra de arte, no busca ser un producto más de consumo; y seguramente va más allá de la discusión de fondo y forma, de “el arte por arte” o de tener que asumir la postura del “arte comprometido”. La condición para llamarla arte debería ser la de saber transmitir, de eso se trata  la experiencia estética. Nefando es una novela polifónica, en la cual cada voz es un universo autónomo, debido a que cada personaje necesita verbalizar su dolor, poner en palabras hasta el más recóndito recuerdo de la infancia y de los abusos vinculados a ella. Se ha dicho ya que para que una obra sea artística, necesita desplegarse el ámbito de un ordenamiento estético; entonces, asumiendo la lógica y el hilo de las preguntas de Kiki: ¿es posible novelar lo nefando?


Lo revulsivo merecía ser articulado; alguien debía ensuciarse en el lenguaje para que los demás pudieran verse. (...) Escribo a ciegas, pensó, siento la pulsión de decir lo que no sé decir. Un lenguaje pornográfico podía ser el que desocultara la palabra (...)” (Ojeda, 2016, p. 94).

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