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algunos recursos literarios y la contradiccion

Ensayo

Javier Vásconez: algunos recursos literarios y la contradicción en ciudades latinoamericanas

Juan Fernando Bermeo Palacios

Número revista:

5

Ensayo libre

Si hay algo que se agradece como lector habitual de ficción, es el hecho de disfrutar personajes creíbles dentro de una ambientación coherente (aún dentro de sus propias reglas, dentro de la ficción en sí). En ese sentido, las historias de Vásconez están siempre envueltas en una especie de misterio, partiendo de la premisa de que muchos de sus personajes principales padecen de algún tipo de trastorno del comportamiento o situaciones particulares afines a ello. Uno de los sellos de Vásconez, en ese orden, es ubicar de cierta manera los problemas clásicos de la ciudad y tratar de volverlos cotidianos para los personajes que sufren algún tipo de situación no muy favorable para el resto de la sociedad.


Así, el Quito en el que se ubican muchos de sus personajes es análogo a la población de la ciudad del mundo real. La principal diferencia entre las dos ciudades (real e imaginaria) es la siguiente: el misterio que se abalanza sobre la ciudad imaginaria permanecerá para siempre como parte de un imaginario colectivo dentro del mismo universo literario del autor, a diferencia de las ciudades reales en donde los crímenes, de cierta manera, se vuelven detalles banales para aquellos que no son víctimas directas de ellos. El sufrimiento, sin embargo, puede continuar en los ámbitos reales o ficticios.


Los crímenes, en las obras, a pesar de ser singulares en cuanto a la realización de los personajes en su propio desarrollo, se vuelven sistemáticos para los personajes que los cometen. Por ejemplo, la justificación del personaje de Camacho de El Secreto deja ver el resultado de un proceso que se volvió parte de un canon de comportamiento para él:


Sólo veo cucarachas zancudos y arañas avanzando por mis sueños. Y entonces hace su aparición la serpiente, pero llegará el día en que ésta labrará su porvenir destruyendo a los insectos. Así que, señores, no me piden que caiga de rodillas. ¡Purificarás el mundo con tus manos! Después de cada niña asesinada, yo les permito mantener un sueño duradero y confortable. (Vásconez, 2004: 41)


Así mismo, esta violencia localizada se parece a una tormenta: una confluencia de factores juntos que crean muerte y desolación alrededor de las ambientaciones citadinas que propone el autor. De la misma manera que un auto a gasolina necesita un tubo de escape, el mundo parece necesitar de los parajes latinoamericanos en las obras de Vásconez, es decir, una forma de salida para lo negativo, para la maldad creada en la urbe. Para detener la aparición de estos problemas mentales se tendría que buscar otra forma de purga, o al menos eso parece ser el planteamiento del autor a través de la lógica de sus personajes:


El Secreto


Sentado frente al calendario, muy erguido, el hombre sorprendió la furia del capitán, quien ahora estaba mirando con interés los objetos expuestos sobre la mesa. Después de coger la prenda, el capitán la examinó por un momento y luego la dejó caer. Se apoyó con la mano en la mesa y con la otra le dio un golpe en la cara. En la actitud del hombre había una calma y seguridad tales que tuvo que controlarse a fin de no perder los estribos. (Vásconez, 2004: 37)


Angelote, amor mío


Disfrazado durante toda tu infancia a causa de un hermanito muerto, tú pronto habrías de entender que detrás de cada rostro hay una máscara, un antifaz de padrastro transfigurándose en demonio, un futuro maricón en cada niño. Entonces, ¿qué más te daba profanar el retrato de tu madre?, pues hace tiempo que tú habías sido profanado. (Vásconez 2004: 122)


Lo que se describe, entonces, es una matriz de los sistemas de enclavamiento sociales que tienden a depositar sus residuos de violencia en las distintas ciudades. El uso de esta suerte de terror o thriller no es sólo muy apropiado para el efecto, debido a la clase repugnante que se dibuja en los personajes más obscenos, sino que el objetivo es también el de no mostrar inmediatamente la naturaleza monstruosa del personaje, y dar el espacio para que sea el lector mismo el que vaya interpretando y desvelando la destrucción que representa cada uno de sus ellos, afectados mentalmente. Esto es apropiado e incluso necesario debido a la indeterminación de la realidad masiva que genera una posición en la que no es posible mostrar al monstruo fuera del contexto de su propia ciudad y población. El personaje obsesivo, probablemente, no es una entidad literal, sino que representa un resultado conspirativo como respuesta a una violación de los cánones establecidos por una sociedad en la cual no se ven comprendidos ni respetados, como se nos muestra en este fragmento de La otra muerte del doctor:


Con la muerte de los niños, había observado el doctor, su actitud empezó a cambiar. Temía la luz del día y el miedo le nublaba la vista. Se quedaba absorta mirando a hurtadillas las rendijas de las puertas. Ya no recibía con la misma confianza al viejo que subía con los quesos, sobre todo después de la desaparición del niño alemán que se había extraviado camino a la escuela. (Vásconez, 2010: 63)


Sobre estas prácticas, los personajes que fungen de detectives cumplen su labor principal. La resolución de los casos, así como el debido proceso investigativo, es propio de cada personaje. No obstante, en las obras mencionadas de Vásconez se evidencian ciertos paralelismos procedimentales. El clima de aparente impunidad, por ejemplo, aparece tanto en los cuentos El Secreto y Angelote, amor mío, como en algunas novelas: El retorno de las moscas y La otra muerte del doctor. Esta ambientación genera un estado mental concreto, tanto en los personajes como en el lector, en el cual la sensación de estar inmersos en éste declina en un único sentimiento hegemónico de estructuras que, en tres de las cuatro obras citadas, empujan a los investigadores o detectives a sacar adelante la solución de cada caso:


El retorno de las moscas:


Por fin Smiley había desenmascarado al temible agente de Masocú. (...) Por fin discernía de donde era originario su nombre. (...) Empapado de sudor, con el cristal de los anteojos cubierto de ceniza, Smiley los limpió con un pañuelo que llevaba en el bolsillo superior de la chaqueta. Luego abandonó el edificio desafiando el tráfico de la avenida Colón. (Vásconez, 2005: 93)


El Secreto:


Caminó arriba y abajo, confiando en su sentido de la orientación. Al ver esas calles tuvo la impresión de hallarse frente a un mapa conocido, desde los zaguanes de piedra hasta la quebrada de Miraflores. El día anterior había hecho un buen negocio, de modo que tenía asegurado por un tiempo el porvenir. Más tarde, cuando encontraste lo que buscaba, se sentiría mejor. (Vásconez, 2004: 16)


La impunidad no es la única condición ambiental requerida para el correcto funcionamiento de la narración de Vásconez. El crear un clima propicio para la reproducción de una idea depende también de la ambientación propia que se pueda lograr fundiendo las obsesiones y oscuras pretensiones de los antagonistas con el ámbito citadino y sus reglas sociales preestablecidas. Un asesinato, una violación, son elevados a la categoría de procesos necesarios para la evolución del personaje. Esto tiene mucha relación con el tema de las sociedades, el papel socioeconómico que cada persona o familia manifiesta y los poderes que en ellos se arraigan como parte de su funcionalidad social. Michel Foucault habla sobre esta dependencia, centrándolos en aspectos visibles dentro de la misma sociedad:


En sociedades como las nuestras la “economía política” de la verdad está caracterizada por cinco rasgos históricamente importantes: la “verdad” está centrada sobre la forma del discurso científico y sobre las instituciones que lo producen; está sometida a una constante incitación económica y política (necesidad de verdad tanto para la producción económica como para el poder político); es objeto, bajo diversas formas, de una inmensa difusión y consumo (circula en aparatos de educación o de la información cuya extensión es relativamente amplia en el cuerpo social, a pesar de algunas limitaciones estrictas); es producida y transmitida bajo el control no exclusivo pero dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos (universidad, ejército, escritura, media); finalmente, es el envite de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social (luchas “ideológicas”). (Vásconez, 2000: 144)


Las situaciones y todo lo que esto implica entre los personajes intrincados en sus obsesiones y su función dentro de una narrativa que se realiza en los ambientes citadinos de una ciudad como la de Quito. Temas como la sexualidad, el amor, la traición y la enfermedad son tratados desde una visión enmarcada siempre en la urbanidad del ambiente andino:


Al cabo de catorce horas de vuelo, el avión rugió sobre una cadena de montañas. Al mirar hacia abajo por la ventanilla, vio que la lluvia inundaba el campo de aterrizaje, una lluvia que había venido del norte impulsada por el viento nocturno y que se quedaría allí durante buena parte del año. (Vásconez, 2005: 46)


Podemos, entonces, definir la contradicción primordial en la idea de una sociedad moderna, civilizada, y el devenir de las personas que en ella habitan, que parecen perder su humanidad, volviendo inevitablemente hacia la barbarie. Las obsesiones de los personajes que se salen del molde citadino son representaciones fieles del camino que la represión y el encierro han creado para ellos. Esto nos lleva a pensar por qué Camacho, el personaje de El Secreto, escoge parajes desolados para efectuar las violaciones. En primera instancia podría parecer obvia la necesidad de aislarse del resto para su cometido, no obstante, es este “salir del encierro” lo que probablemente ayude a perpetrar sus homicidios; recordemos que, en su propia ley, él pensaba estar salvando al mundo: “¿Acaso no es, en último término, el arte de esterilizar y corromper, el de formalizar la estupidez con respaldo de la ley para convertir a estas niñas en futuras secretarias o maestras? ¿Quién es el monstruo entonces?” (Vásconez, 2004: 43)


Caso aparte es el del Angelote del cuento que lleva su nombre. Él es, sin lugar a dudas, una víctima de la sociedad que lo vio nacer y criarse. Todas aquellas desviaciones que se pasean, entre burdas blasfemias y algunos fetiches sexuales de lo más peculiares, se ven en el personaje como una forma de protesta frente a una sociedad que no acepta en lo más mínimo su homosexualidad:


Pusiste el retrato de tu madre encima del cuadro de la Dolorosa, mientras te arrodillabas con una suplicante actitud, gritándome al mismo tiempo, vamos Julián, y entonces te bajaste los pantalones, escupiendo a tu madre que te miraba con ojos cálidos desde la plaza de la Concorde en una vieja, amarillenta fotografía, que decía para mi Jacinto adorado, su dolorosa madre y entonces comenzaron tus rabiosos gemidos. Pedías con voz afiebrada, estertórea, mi vida, escupiendo siempre, lanzando salivazos al retrato de tu madre. Pedías que te consumiera por detrás en dudosa concepción. Pedías que soltara amarras, reclamabas mi pene, que te matara. (Vásconez, 2004: 123)


Es difícil definir exactamente un procedimiento para leer a Javier Vásconez porque sus obras precisan cierto tipo de contradicciones, el concepto de civilización, de ciudad, frente al de barbarie, es decir, personajes desadaptados de ese proceso citadino que los envuelve y enmarca. Podemos decir que, en la obra de Javier Vásconez, las obsesiones son también un reflejo de la civilización, que va avanzando en pos de la eliminación de la barbarie, como parte de la modernidad que se intenta alcanzar; dejando ver con mucha claridad que, contradictoriamente, son estas obsesiones las que demuestran que estamos aún muy lejos de encontrar una forma equilibrada de desaparecer un concepto en beneficio del otro. Un concepto profundamente arraigado a nuestra latinoamericanidad.

Referencias:

Foucault, M. (2000). Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Madrid: Alianza Editorial.
Vásconez, J. (2004). El secreto y otros cuentos. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana.
-------------- (2005). El retorno de las moscas. Quito. Alfaguara.
-------------- (2010). La otra muerte del Doctor. Quito. Alfaguara.

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