diálogos - entrevistas

Mestizaje, independencia y microficción
Diálogo con Fernando Iwasaki, por Marialuz Albuja Bayas
Número revista:
10
Fernando Iwasaki (Lima, 1961), narrador, ensayista, crítico e historiador, visitó Quito en mayo de 2022, como ponente en el congreso que organizó la Universidad Andina Simón Bolívar sobre el tema de las independencias de nuestra América, con motivo del Bicentenario. Fue un placer conversar con él en esta entrevista exclusiva para Elipsis.
Caracterizado por su erudición, humor y agudeza, Fernando nos entrega ciertas claves de su pensamiento respecto de la historia, la cultura y la literatura hispanoamericanas, así como de la riqueza del mestizaje que hace de Latinoamérica un continente tan singular.
Aunque ha vivido en Sevilla desde finales de los 80 (después de otras idas y venidas entre el viejo continente y el Perú), su escritura, tanto ensayística como de ficción, es un diálogo constante entre los cuatro países que constituyen su origen, debido a la confluencia ancestral de un bisabuelo materno italiano, un abuelo paterno japonés, una abuela materna ecuatoriana y su Perú natal.
Ha publicado una enorme lista de obras que actualmente circulan por América Latina y Europa. Su ensayo RePublicanos: cuando dejamos de ser realistas recibió el premio Algaba de ensayo en 2008 pero su obra ensayística resulta casi innumerable, destacándose algunos títulos como Mi poncho es un kimono flamenco, El descubrimiento de España, Mínimo común literario y Brevetes de la historia universal del Perú, entre otros. En 2014 obtuvo el premio Don Quijote de Periodismo por su ensayo La mancha extraterritorial, “la patria de los narradores que vienen de las afueras del español”, en palabras del autor.
Su obra de ficción, no menos nutrida, pasa por el género novelístico (Libro de mal amor, Neguijón, Mírame cuando me ames), varios libros de cuentos (entre ellos, Tres noches de corbata y Helarte de amar), además de sus famosos microrrelatos en un volumen titulado Ajuar funerario. Esto sin contar con innumerables artículos publicados en diario El País y en otros medios de España, Latinoamérica y el mundo.
Sea cual sea el registro en que Fernando Iwasaki aborde la escritura, su pluma nos sorprenderá con su habilidad de encontrar una salida distinta para tratar aquello que nos concierne en tanto hispanoamericanos: el lenguaje, la identidad y esa mezcla increíble que somos.
Nuestro encuentro fue en el estudio de audiovisuales de la PUCE, y creo que habríamos charlado toda la tarde si no hubiera sido porque las baterías de los equipos terminaron por sucumbir…
Marialuz Albuja Bayas (MAB): Fernando, qué alegría tenerte otra vez en Quito, después de tres años de tu última visita, cuando viniste a presentar tu libro de cuentos publicado por Editorial El Conejo, El Cóndor de Père-Lachaise.
Fernando Iwasaki Cauti (FIC): Y yo encantadísimo de venir a Ecuador, porque es uno de mis países. Mi abuela materna era ecuatoriana, y yo la reivindico cada vez que vengo.
MAB: Quisiera que me saques de una curiosidad, ¿por qué eres miembro de la Academia de la Lengua de Puerto Rico?, considerando tu nacionalidad y tu lugar de residencia.
FIC: En realidad, no es curioso porque Puerto Rico es un país de la frontera del español; un país (aunque haya gente que diga que no es un país) que se encuentra entre el español y el inglés, y lo que hacen ellos es maravilloso: defender la lengua española. Por eso me siento honrado de ser miembro correspondiente de la Academia de Puerto Rico. Ahí están Sergio Ramírez, Mario Vargas Llosa, y estuvo también Antonio Skármeta, de modo que me he sentido en muy buena compañía.

El lenguaje como provocación de la memoria
Diálogo con Siomara España, por Juan Carlos Astudillo
Número revista:
10
Siomara España (Manabí, 1976) es poeta, narradora, crítica y docente universitaria, y uno de los nombres más representativos de la poesía ecuatoriana actual. Su obra, conformada por seis poemarios, ha ganado el Primer Premio Juegos Florales (Casa de la Cultura Ambato), en 2012 y el Primer Premio Poesía Universitaria Universidad de Guayaquil, en 2008, entre otros reconocimientos.
En el contexto del XIV Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana y Latinoamericana Alfonso Carrasco Vintimilla, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuenca, en el que fue parte del homenaje póstumo a Eliécer Cárdenas, platicamos sobre su vida, su poesía y aquello que se teje entre ambas.
Juan Carlos Astudillo (JCA): Quiero partir de una idea que encontré en una entrevista que te hicieron hace algunos años, y te quiero pedir que la continúes. Decías que tu relación con la poesía te viene desde la primera infancia…
Siomara España (SE): Muy sencillo. El caso es que, en mi casa, mi papá toca la guitarra y mi madre canta. Lo que escuchaba en casa eran pasillos. Tú sabes, las letras de los pasillos son poemas modernistas; entonces, me quedaba siempre en la música de la guitarra y de la voz de mi madre. Luego, también, por las revistas que había en la casa, herencia del abuelo paterno. Y paralelo a esto, el tema de los cuentos: mi padre es un gran contador de cuentos. En el invierno, sobre todo, la época de lluvias que nos tenía a todos atemorizados por los rayos y las tormentas. En el campo, en donde viví, la zona rural de Manabí, era muy tenebroso el tema del invierno. Entonces mi padre nos consolaba o nos alegraba la vida contándonos cuentos. Cuentos que jamás he encontrado en ningún libro de texto —y los he buscado— y que él contaba y los dejaba en continuación para la noche siguiente; era una algarabía y una necesidad el estar a las siete de la noche al pie de la hamaca de mi padre, todos congregados para escuchar el resto de la historia. Esa infancia la recuerdo con muchas carencias económicas, pero nunca carencias afectivas o de imaginación, porque mi padre nos ayudaba a tener esa relación tan rica y fértil. Eso nutrió mi vida futura: la música de los pasillos y la poesía modernista y, luego, esos cuentos de mi padre que hicieron un todo para que yo me dedicara a la literatura.

Éxodo X: Amor y odio entre “el yo y el otro” en la ciencia ficción
Diálogo con Luis Carlos Barragán, por Mario Morera
Número revista:
10
Durante el verano y otoño de 2021, al realizar la investigación para preparar un curso de postgrado de ciencia ficción en América Latina para Stephen F Austin State University, Texas, tuve la grata sorpresa de leer el cuento Éxodo X, del colombiano Luis Carlos Barragán. Un texto en el que el autor explora, según sus propias palabras, su obsesión por navegar las dinámicas de comprensión recíproca entre “el yo y el otro”, en una realidad alternativa en que cada criatura, humana o animal, vive con la latente posibilidad de transformarse un “algo/alguien” diferente al que/quien se era antes.
El Tercer Mundo después del Sol, antología de la que toma “Éxodo X”, es, como lo indica su contraportada, una vitrina en la que se propone la idea de que: Latinoamérica no es el tercer mundo, no es posibilidad de desarrollo, es una realidad en la que se amalgaman los saberes ancestrales, la ciencia, el realismo y la fantasía.[...] Cada cuento descubre que los cóndores, los jaguares, la ayahuasca, los indígenas, el chamanismo, los videojuegos, las inteligencias artificiales y el ciberespacio tienen su lugar en la ciencia ficción.
Mario Morera (MM): Luis, hemos leído tu cuento Éxodo X en nuestro curso de posgrado de ciencia ficción hispanoamericana. Lo leímos luego de obras de Borges y Cortázar, y los estudiantes fueron muy productivos al leerte usando los mismos parámetros aplicados con estos escritores. Para escribir un cuento, hay que considerar que se escribe como preparación para la última línea. En el caso de Éxodo X, esto funciona.
Luis Carlos Barragán (LCB): Yo escribo de una forma muy intuitiva. Más o menos sé cómo va a terminar la historia. Yo sé dónde quiero llegar, pero no sé exactamente qué palabras voy a usar. Sabía que quería terminar con el personaje aceptando su transformación, y convertir el ‘mantener su identidad’ en el enemigo. Aceptar que el sistema tiene que continuar.

El corazón de Roma
Diálogo con Santiago Posteguillo, por Shubert Silveira
Número revista:
10
Santiago Posteguillo tiene formación en filología y lingüística; además, es profesor de lengua y literatura inglesa en la Universidad Jaume I de Castellón de la Plana. En su carrera como escritor se destaca su importante producción en la novela histórica.
En 2006 publicó su primera novela, Africanus: el hijo del cónsul, que daría lugar a su trilogía sobre Publio Cornelio Escipión, la cual se complementa con Las legiones malditas, en 2008, y La traición de Roma, un año más tarde. En 2011 comienza una segunda trilogía, esta vez sobre el emperador Trajano. Así publica Los asesinos del emperador, a la cual le seguirán Circo Máximo en 2013 y La legión perdida en 2016.
En 2018, su novela Yo, Juliagana el prestigioso Premio Planeta. En esta monumental novela el autor rescata la figura de Julia Domna, emperatriz romana que forjó la dinastía Severa a fines del segundo siglo de nuestra era. En 2020 Posteguillo da un desenlace a la biografía de la emperatriz con Y Julia retó a los dioses.
Asimismo, Posteguillo tiene una trilogía sobre la historia de la literatura conformada por los libros La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, La sangre de los libros y El séptimo círculo del infierno.
Poco después de realizada esta entrevista se estrenó la miniserie El corazón del imperio, escrita y presentada por Posteguillo. En esta producción de Movistar Plus+ hallamos seis episodios sobre las mujeres de la Antigua Roma: Julia Mesa, Fulvia, Achilia, Aunia, Livia Drusila y Cleopatra, así como las gladiadoras, las vírgenes vestales e incluso Heliogábalo, el emperador que contrajo matrimonio con dos hombres. La miniserie fue rodada en latín y nos ofrece con un ritmo vertiginoso otra mirada sobre el mundo antiguo. Además, recientemente se ha publicado su última novela, Roma soy yo, que tiene al mismísimo Julio César como protagonista.
En esta entrevista Posteguillo nos habla de su concepción de la novela histórica, de Escipión, Trajano y Julia Domna, sobre lo que el mundo antiguo tiene para enseñarnos y lo que de él ha quedado oculto en la voz de los historiadores.
Shubert Silveira (SS): ¿Cuál es la diferencia entre la historia y la novela histórica? ¿O, para hacerlo más exacto, entre un entretenido y buen libro de historia y una novela histórica?
Santiago Posteguillo (SP): Esta es una pregunta tan clásica como clave. Está en el centro cuando hablamos de novela histórica. Creo que son varias cosas las que las diferencian. Desde un punto de vista conceptual, en la disciplina histórica el historiador se debe a los datos. Ese es su principio y su final. Además, debe contar con lo que se sabe y nunca contar lo que no se sabe; aunque puede hacer algún tipo de proyección o hipótesis sobre aquellos elementos que no se conocen, siempre marcará con claridad que eso que está diciendo es una conjetura.
Desde el punto de vista formal, la forma narrativa es diferente ya que la disciplina de la historia es totalmente académica, tiene un lenguaje que busca la precisión y la denotación, no la emoción. Mientras que en una novela histórica claramente tenemos un lenguaje que busca la emoción, que trabaja —como todo lenguaje literario— en la denotación y en lo que sugiere. Es decir que tanto desde el punto de vista conceptual como el formal o de expresión, son terrenos muy diferentes.
Pero ocurre que es muy difícil —por no decir imposible— que un novelista histórico pueda hacer una novela histórica si no existiera la disciplina historia. Y, sobre todo, si el nivel de historicidad de una novela histórica es muy alto. No es lo mismo una novela que busca una ambientación histórica de época, pero que se inventa la trama, que una novela histórica donde no solo la ambientación sino además los personajes principales son históricos. No digo que una novela sea mejor o peor por su nivel de historicidad, pero en cuanto a novelas son diferentes.
Una novela histórica, cuanto más sigue la historia, más necesita de la propia historia. Yo no puedo hacer mis novelas sin los libros de historia, pero he de tener claro que yo no estoy escribiendo un tratado de historia. Yo quiero emocionar y quiero entretener. Puedo resumir todo esto en una forma más literaria en una frase: la historia nos cuenta lo que ocurrió y la novela histórica tiene que hacernos vivir lo que ocurrió.