Huacos familiares
Número especial
“Queridas escritoras tercermundistas”
Del 21 al 24 de marzo de 2022, en Quito, 25 mujeres participaron en el “Taller de narrativas familiares” que dicté en el CC Benjamín Carrión, gracias a la invitación del Municipio de la ciudad y a la iniciativa del barrio de La Mariscal. Lo primero que hicimos fue leer en voz alta “Una carta a escritoras tercermundistas”, el clásico texto de la escritora chicana Gloria Anzaldúa en la que invoca a las autoras-puente-frontera, a todas las disidencias, a encarnar sus escrituras. Durante las intensas horas que pasamos juntas resonaban en nuestros cuerpos algunas de sus palabras: “¿Quién nos dio el permiso de realizar el acto de escribir? ¿Por qué será que el escribir se siente tan innatural para mí? ¿Quién soy yo, una pobre chicanita del campo, que piensa que puede escribir? ¿Qué tenemos para contribuir, para dar? (…) ¿Acaso no nos dice nuestra clase, nuestra cultura, tanto como el hombre blanco que el escribir no es para mujeres tal como nosotras?”. Nos las grabamos a fuego. Cambiamos el papel por las tripas. Nos vaciamos, nos estrujamos. Nos olvidamos de la habitación propia que no tenemos ni tendremos; decidimos no separar más la vida de la escritura y escribimos con hijos o sin ellxs, con esposxs o sin ellxs, cansadas, heridas, encueradas, cuidando, haciendo cola en Extranjería. También recordamos la frase de la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui: “Contar la propia historia es hacernos cargo de la sangre que nos habita”. Nos hicimos cargo y nos pusimos a contar. Este es el resultado.
Gabriela Wiener
Grietas
Alba Martin de Villodres
Número revista:
Huacos
A mi cuerpo lo que le gusta es gritar.
Estirarse despacito entre las sábanas sintiendo sus imperfecciones, perderse en el bosque rozando el musgo, persiguiendo pájaros, masturbarse al sol en un balcón abierto de par en par completamente desnuda,
completamente sin mente mi cuerpo logra volver a mí
y ocupar lo que le pertenece.
Archivos del cuerpo
Lucía Villaruel
Número revista:
Huacos
...lo que no me gusta de mí misma me cuesta aceptarlo en mi madre, pero me es muy fácil amarlo en el cuerpo de mi hijo. Cuando le vi por primera vez le dije: saliste morocho. La doctora creyó que era una queja pero era orgullo. A veces, solo a veces, me siento realmente en mi territorio, en esta mediterraneidad latente, en este clima marítimo de cigarras, de puerto, de mistral, de madre y de gente hablando fuerte. Mis pies se relajan cuando me bajo del avión y ellos pisan la tierra natal.
Disección
Daysi Sánchez
Número revista:
Huacos
Siendo adulta como soy y teniendo una hija entiendo que un cuerpo tan pequeño en las manos de la violencia puede ser como una tela volando por los aires para ser despercudida como la ropa cuando se golpea sobre las piedras de lavar, el amor que te procuran te deja limpia, inocente, buena, heredera del cielo.
El chal lila
(Poema performance)
María Fernanda Aguilar
Número revista:
Huacos
—¿Es tuyo? —pregunta a alguien del público—. ¿Es tuyo? —vuelve a preguntar—. ¿No es de nadie?
Camina hacia el chal. Mira a los asistentes con complicidad y lo toma entre sus manos, lentamente. Cierra los ojos, hace una aspiración profunda y le da infinitos besos al bordado. Extiende el chal para envolver su cuerpo. Empieza a modelarlo. Sus caderas se mueven sensuales y su mirada parece furtiva.
—¿Les parece sensual? Es demasiado sensual, ¿verdad?
Sonríe.
Hijos del cuerpo
Paulina Simon Torres
Número revista:
Huacos
Mi cuerpo de madre es el único que ha valido para algo. Es el que me ha brindado verdadero placer y orgullo. Mis hijos adoran ese cuerpo, abrazan sus imperfecciones, le brindan ternura, le regalan todas las caricias que otros le negaron.
Me aferro, entonces, al mapa que esos niños han dibujado en mí para encontrar un camino propio, un placer que sea mío, una historia de amor impregnando mis carnes suaves y sedentarias.
Historia de un cuerpo gestante
Reyva Franco
Número revista:
Huacos
Cuando me preguntaban si no tenía el periodo en ese tiempo, yo respondía que siempre he sido irregular. Si querían saber si no notaba los cambios, yo les decía que nunca había estado embarazada para saber cómo se sentía. Hasta yo misma llegué a preguntarme por qué no escuché a mi cuerpo, cómo todo ocurrió sin que fuera consciente. No sabía qué esperar porque no sabía que estaba esperando.
Porno
Macarena Orozco
Número revista:
Huacos
Conocí el costo de un blanqueamiento de ano a los 16 años. Para entonces, casi todas mis amigas se habían operado o se habían hecho algún tratamiento de belleza. Implantes de senos, hilos tensores, rinoplastia, bichectomía, lipopapada, carillas, microdermoabrasión, blanqueamiento de ano y vagina. En mi casa no había dinero para eso, así que me recordaban que lo importante es el interior, lo que eres como persona. Pero para mí no hay nada más aburrido que amarse a uno mismo tal y como es.
Domitila
Karla Armas
Número revista:
Huacos
Imagino a Domitila distraída en su jardín. Pongo un coctel de cacao en su mano, la veo en medio de una fiesta en su casa, en Balao. Lo preparo a escondidas detrás de la ventana de la cocina. Su boca roja por el baile toma mi trago. Recorro su garganta, salgo por sus ojos solo para que ella, en medio de la nada, voltee al vacío mientras su esposo médico por vocación olvida, también, cómo la enamoró.
Viajes
Idania Machado
Número revista:
Huacos
En un hoyo del Pichincha, en Ecuador, eché las cenizas de mi madre. De su piel negrísima y bella, de su metro setenta y ocho de estatura me dieron una bolsa de apenas dos kilos. En ese hoyo, junto con ella, se fue un poco de mi abuela, de mi bisabuela y de mi tatarabuela la que arrancaron de El Congo. Del continente a la Isla, de la Isla a Sudamérica. Mi tatarabuela pensó morir en El Congo y que la enterrarían en un ritual con tambores y mucho baile. Yo le puse a mi mamá canciones de Lola Flores porque era fanática de la música española. Quizá el aragonés dejó algo más que el crespón.
Memorias de un cuerpo fraccionado
Pamela Rovayo López
Número revista:
Huacos
COLUMNA
No quería ser como el tallo de las plantas que se enderezan con la luz del sol y florecen; más bien, quería ser como caparazón de tortuga, como concha de caracol, curva y fuerte para proteger el resto de mi cuerpo del castigo y del agua fría de la ducha de una vez por semana. Así mi espalda tomó la forma de una joroba protectora para salvaguardar el cuerpo de las miradas de los viejos morbosos del barrio y para protegerme de todo lo que podía caerme encima.
Las niñas y los perros somos parte del reino animal
Daniela Dávila
Número revista:
Huacos
...Y, de repente, en pleno apogeo de mi pandilla de niñes salvajes, mi cuerpo menstruó para recordarme que había nacido en este cuerpo. Esa tarde, sentada en el inodoro de mi casa, lloré diciéndole a mi madre y diciéndome a mí misma que no quería sufrir por amor, que no quería ser mujer, que no quería tener sexo, que no quería ser madre. Pensaba en las perritas en celo y luego de parir: solas, con sus desdichadas tetas, hinchadas y colgantes.
Cuestionario sobre la salud del paciente
Adriana Borja Enríquez
Número revista:
Huacos
Mi padre solía señalar la parte superior de su oreja; decía que su madre le arrancó un pedazo con sus largas uñas, cuando era niño. Desde que nací, a mí me falta el mismo pedazo, en la misma oreja. Con los años, entiendo que las versiones de la infancia son parte de una novela que nos contamos, según nos la cuentan.