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De la pasion de hacer fragmentos

Ensayo

De la pasión de hacer fragmentos

Gonzalo Geraldo Peláez

Número revista:

8

Tema libre

Las palabras abstractas se deshacían en mi boca como champiñones podridos

Hugo von Hofmmansthal


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El lector como un niño inocente actúa olvidando, desconociendo imágenes fijas, soñando formas huidizas. El niño siempre al borde, en el umbral de la existencia, hace de cada hallazgo, de cada imprevisión una ocurrencia feliz. Sus ritos, sus votos de lectura, se asemejan a esos gabinetes de curiosidades que los viciosos cuidan con esmero, salvaguardando la vida de la carencia de imperfecciones y aburrimientos, de distracciones y silencios.


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“Retórica psicagógica”


El maestro advierte al discípulo que ahuyente la expresión, que se desprenda de la retórica, con tal de no fatigar a la verdad que siempre se presenta como por primera vez. A cada enfermo le pertenece una palabra adecuada, y a todo aspirante las incomprensiones del alma. De ese enredo, “procedimiento” lo llaman los gramáticos, emana una escritura colmada de irregularidades que así, como las grietas de la corteza del pan, despierta el apetito, la búsqueda. El maestro advierte al discípulo que se comporte como el buen panadero que las anomalías admira, porque la palabra se cuece de formas imprevistas y agrieta cuando crepita la verdad.


***


El ensayista es un prestidigitador que hace de la equivocación su máxima. El ensayista sale de sí porque sale del mundo, sale de sí porque abandona la verdad, verdad que ata, anuda sus deseos y sus sombras a una norma, a una lengua. El ensayista sale de sí demudado, extasiado, dándose de bruces a la escritura, pegamento que lo liga a la muerte, cuerda que sostiene su vida.


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El ensayista es un explorador obsecuente al poder de la ironía, su curiosidad lo lleva a todo aquello que es a la vez bueno y grande. El ensayista a saltos y a brincos, entre pensamientos contrapuestos, poseído del cambio creado perpetuamente por sí mismo, hace de ese “andar poético”, un caos infinitamente lleno.


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Así como antaño aristotélicos montaban en cólera porque un jurista bordelés y sus vástagos renegaban del santo y seña de las causas, hoy clérigos cribados por un tornasolado vivero de argucias, no solo entornan los ojos y se encabritan, sino cancelan toda tentativa de rasurado de los nuevos ídolos. Criticastros, garambainas son expresiones que se vuelven a sentir con vehemencia, y se esgrimen como un escudo, urdido por las pavesas de la ironía para combatir los crueles tópicos y embustes de la actualidad.


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“Lletraferit”


Los que indiscretamente dedican su vida a las fruslerías de la lectura censuran con mucha gracia como letraheridos porque, traicionados a tal extremo por la literatura, consideran que los libros se asemejan a martillazos, a saetas, que les obligan a conducirse por su apetito evanescente, su goce sin dirección, como si nunca supieran adónde ir y su paraíso, viciado, siempre volviera a empezar




Biografía:

Gonzalo Geraldo Paláez (Santiago de Chile, 1989). Editor de Marginalia Editores. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas y Magíster en Literatura por la Universidad de Chile.

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