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La escritura perdida breves consideraciones sobre Otra vida por vivir

Ensayo

La escritura perdida: breves consideraciones sobre Otra vida por vivir,
de Theodor Kallifatides

María Belén Melena

Número revista:

4

Tema dossier

Nostalgia viene del griego nostos, el anhelo de volver. Ese tan esperado regreso que le fue negado a Odiseo por una ofensa a un dios y, claro, por su insensatez. Alrededor de diez años tuvieron que pasar entre corrientes tempestuosas, monstruos y encantadoras moradas para que él pudiera volver a Ítaca, que antes que solo patria era también hogar. Pero ¿qué sucede cuando se decide no regresar? ¿Cómo entender el nostos cuando el viajero se queda en otro espacio y hace de este su nueva morada? Theodor Kallifatides nació en Molaoi, un pueblo en el Peloponeso, y a los 26 años emigró a Estocolmo, Suecia, donde ha vivido desde entonces. La migración fue para él una solución a complejas situaciones políticas y económicas y más tarde se convirtió en preguntas y respuestas, en una vida.


Su nueva morada en Suecia adoptó la forma de un estudio al que asistió a diario por varios años. Esa guarida fue por largo tiempo su conexión con la escritura, así como la representación de los valores y las virtudes que Suecia tenía para él. Pero un día todo paró. La escritura decidió abandonarlo. Entonces, Kallifatides se preguntó: ¿cómo se vive? ¿Cómo se vive cuando te abandona aquello a lo que te has dedicado desde siempre: la escritura que personifica el accionar de la literatura? Esta pregunta –si llegara a formularse– es un tanto aterradora para cualquiera que se precie de su cercanía con las letras. Así nace Otra vida por vivir, que es un canto del migrante a su tierra natal, un lugar que nunca se olvida, pero que, después del reencuentro, deja de crear ausencias y le entrega una parte de sí para que él la lleve consigo.


Esta novela corta es antes que nada una reflexión sobre el lento y progresivo autodescubrimiento del migrante, que ha olvidado por un momento hacia dónde seguir: “«Cuando lleguen al final del camino, entonces continúen de frente»” (Kallifatides, 2019, p. 78). El camino sigue ahí, ha estado siempre, pero lo ha perdido de vista. Por eso, Kallifatides emprende su propio nostos hacia su tierra natal, Grecia, algo que había estado latente en él, pero no tenía una forma definida hasta ese momento. La imposibilidad de escribir atraviesa de manera tangencial esta obra, en la que la condición como migrante del propio autor crea preguntas que solo el regreso puede apaciguar. La hospitalidad griega, la tragedia a través de la voz de Esquilo y, finalmente, su propia lengua materna son la solución. Aunque un amigo le dijo: “Después de los setenta y cinco nadie escribe” (Kallifatides, 2019, p. 18), con setenta y siete años, Kallifatides responde: pero ¿qué pasa si la persona se rehúsa? ¿Por qué debería parar?


El gran si


Tras ti irá la ciudad. Y por las mismas

calles vagarás.

—C. P. Cavafis, “La ciudad”[1]


Detrás del migrante, como una sombra que no acusa, pero está siempre presente, se encuentra la duda. La duda que nunca desaparece: ¿qué habría sucedido si…? Otra vida por vivir está envuelta por las interrogantes de un migrante que no dejó solamente su tierra natal, sino que cambió de lengua y se convirtió en escritor en otro idioma: “No obstante, el gran «si» continuaba estando ahí. Una habría sido mi vida en Grecia y otra, distinta, era en Suecia. ¿Me arrepentía de haberme ido?” (Kallifatides, 2019, p. 14). Kallifatides pertenece a una larga tradición de escritores migrantes que han cuestionado en sus obras su propia condición. Por supuesto, para una pregunta que se plantea desde el “si”, no hay una respuesta absoluta, sino que parece que cualquier resolución es apenas un bosquejo de una de las tantas situaciones del migrante.


La pregunta de dónde se acaba la tierra natal y dónde empieza el lugar de llegada es compartida por otros migrantes: “¿Así que era eso lo que había conseguido a lo largo de todos aquellos años en mi patria? ¿Y qué se supone que había conseguido?” (Dovlátov, 2018, p. 96). No existe una frontera precisa entre lo que se dejó y lo que hay ahora, sino que es más bien un camino que se ha formado en compañía, porque ¿cómo separar dos componentes de un mismo cuerpo? Esto no anula las dudas diarias que surgen cuando se piensa en las infinitas posibilidades de la vida que no se vivió: “Y sabes que quizá hayas vivido una vida equivocada. Pero nada puedes hacer. Sólo esperar el momento en que la vida que vives cobre más presencia que la vida que no viviste” (Kallifatides, 2019, p. 15). Incluso con estas dudas, la voz narrativa está consciente de que su presente está formado por su familia y sus vivencias, por quién es en ese momento. Todavía no está claro qué es lo que le ha dado Grecia, pero entiende que sus raíces siguen presentes y son parte de su estado actual. El pasado está ahí y no se olvida, así como una magdalena que abre paso a la memoria o el primer contacto con el hielo; está presente y es una pieza del gran rompecabezas que es cada persona.


El don de la hospitalidad


Y un alma

si quiere conocerse

en un alma

ha de verse:

al extranjero, al enemigo, lo vimos en el espejo.

—Yorgos Seferis, “Argonautas”[2]


Vender su estudio, el espacio que actuaba sobre su escritura, es parte de su búsqueda por recuperarla. Por supuesto, este cambio tiene consecuencias que él no imagina, como conocer la rutina que Gunilla, su esposa, tiene cuando él no está o encontrarse frente al vacío que le deja la imposibilidad de escribir. Después el cambio se convierte en el catalizador para emprender un viaje a Grecia con motivo, que es más bien excusa, del nombramiento de una escuela con su nombre. “A mis veinticinco años, cuando me pregunté cómo viviría mi vida, la respuesta fue «yéndome». A los setenta y siete la pregunta volvió. ¿Cómo viviría la vida que me quedaba? Y la respuesta era, cada vez con más frecuencia, «volviendo»” (Kallifatides, 2019, p. 47). Así empieza el regreso, que es también una lucha por recuperar el sentido que se ha perdido. Evidentemente, este regreso será agridulce pues el tiempo corre, y nunca deja de correr, y con él llegan cambios, diferencias y, a veces, abismos entre lo conocido y el estado actual que no pueden ser ignorados.


Junto a Kallifatides viajamos por Atenas, Epidauro, Nauplia, Mistrá, Esparta y Molaoi, en un trayecto que a ratos oscila entre el recuerdo y el presente, entre lo que se fue y lo que se es ahora. Este viaje pone lado a lado a la mitología clásica con la propia vida como dos vertientes de un mismo río, algo que no carece de sentido, puesto que somos también un presente con nuestras historias y nuestros muertos. Sin embargo, desde su llegada, no ha tenido la conexión que anhelaba sentir. Espera, busca, está alerta, pero Grecia no llega al encuentro. Finalmente, en el valle del río Eurotas, un hombre les ofrece unos higos al saber que viene de Suecia: “Regla número uno: Al extranjero siempre se le ofrece alguna cosa. Unos higos, un vaso de agua, un racimo de uvas, algo que lo refresque. Se me ocurrió pensar que eso era la dulzura de la vida en Grecia. Una mano que da. De persona a persona. De extranjero a extranjero” (Kallifatides, 2019, p. 75). Con este acto de compartir desinteresadamente, Grecia ha empezado a latir nuevamente en él. Ha llegado finalmente su despertar. El recuerdo de la hospitalidad, uno de los valores más importantes griegos, lo trae de vuelta a casa. Incluso en los momentos más duros, ha existido alguien que dé y en ese acto de entrega al otro, Kallifatides, que también es la voz narrativa, vuelve a sí, vuelve a casa.


Esquilo y por qué un clásico


Oh la tragedia antigua, la tragedia es en sus versos

sagrada y ancha como el corazón del universo.

Un demo la engendró, una ciudad griega,

pero creció enseguida y hasta el cielo llega

su escena.

—C. P. Cavafis, “La tragedia antigua”


¿Qué ha sido este viaje sino la necesidad de recordar quién era? Parte como una búsqueda: “Quizá debería volver a empezar desde el principio. Volver a encontrar ese primer amanecer” (Kallifatides, 2019, p. 65). El regreso implica un enfrentamiento con la memoria. Así como las vivencias del pasado recuerdan tiempos que ya no están, también muestran la complejidad que dio paso a la partida: “La vida en Grecia es dulce, pero sin dinero es amarga y miserable. Yo había conocido esa vida y por eso me había ido de Grecia. Por la misma razón no me había ido de Suecia” (73). El presente y el pasado tienen toques amargos. Tras haber vivido por tantos años en Suecia, regresar es deshacer la ilusión y confrontar sus ideas con la Grecia que ve: “Todo aquello hacía crecer dentro de mí la distancia entre lo que yo buscaba y lo que iba encontrando” (72). Volver no le ha quitado su condición de extraño en su país. Se siente en casa sí, pero todavía no la reconoce del todo y tampoco ha llegado a reconocerse en ella.


Durante la ceremonia en el colegio de su pueblo, unos estudiantes presentan Los persas de Esquilo. Esta tragedia conecta finalmente ese mundo que él no reconoce con su vida actual. Esa es la magia de los clásicos, nunca dejan de conmovernos. Kallifatides finalmente entiende que vivir en el tiempo verbal del condicional no ofrece ninguna respuesta. Esta suerte de aceptación es antes que nada una reconciliación con su decisión de migrar, que había sido opacada por las varias probabilidades de las diferentes vidas que pudo haber tenido. La tragedia le ha permitido volver a Grecia, pero, sobre todo, a su lengua. En este reencuentro, la presencia de Esquilo no es casual: “Pero, desgraciado, forzoso es engendrar palabras de la misma medida que los pensamientos y opiniones, que son grandes” (Aristófanes, trad. 2007, 1058-59), porque tanto Kallifatides como Esquilo comparten la admiración por las ideas que inundan y son la base y fuente de la literatura. Ya no se siente unido solamente a la tradición, sino a Grecia en su totalidad.


Negar el desasosiego que le inundó al llegar sería negar el viaje. Parte del nostos es enfrentar que lo conocido puede volverse desconocido, pero no por eso deja de ser parte nuestra. En definitiva, el viaje deja vivencias y experiencias, que son lo que importa, o eso dice Cavafis: “Pero no tiene nada ya que darte. / Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás qué significan las Ítacas” (Cavafis, 2005, p. 54). De una forma u otra, antes o más tarde, todos tenemos nuestros propios Molaois, nuestras Ítacas personales.


Y, por supuesto, el lenguaje


«Yo soy tu tierra;

tal vez no soy nadie

pero puedo volverme lo que quieras».

—Yorgos Seferis, “En escena”


La emigración es una especie de suicidio parcial. No mueres, pero muchas cosas mueren dentro de ti. Entre otras, tu lengua.

—Theodor Kallifatides, “Otra vida por vivir”


La literatura de Kallifatides pertenece a lo que se podría llamar narrative of arrival, textos escritos por migrantes en el idioma del país al que llegaron, es decir, en su segunda lengua. Además de las diferencias estructurales y estilísticas, este tipo de narrativa sirve como una conexión entre dos mundos que tiene como mediadora la lengua (Kallan, 2000, pp. 20-22). Kallifatides se volvió escritor en sueco, un nuevo idioma que trajo consigo otra gramática y sintaxis, así como una nueva forma de entender el mundo.[3] Esta lengua afectó tanto a quién es como a quién fue, es decir, actuó en igual medida sobre su presente y su pasado (Kallan, 2003, p. 133). Por eso, llama tanto la atención que Otra vida por vivirhaya sido escrito en griego. Este libro es casi su primer contacto en la escritura con su lengua materna y si bien él se hizo escritor en sueco, solamente recuperó la escritura cuando volvió al griego.


A sus setenta y siete años se negó a dejar de escribir, aunque no sabía de qué hablar: “cuando no tienes nada que decir, lo dices mejor en tu lengua materna” (Kallifatides, 2019, p. 85). Retomó el griego, que es también su identidad, y esto no lo dice desde un nacionalismo innecesario, sino con la firme convicción de que es griego porque gran parte de sus vivencias fundacionales las tuvo en Grecia (Kallifatides, “El exilio”). Por eso, su reencuentro con la lengua griega es conmovedor: dulce como la miel, dice él, como si las musas le hubieran obsequiado –o devuelto– el don de los poetas.[4]


Lo que escribe en el griego de sus abuelos le parece más una palabra dicha, como si lenguaje escrito y oral fueran uno solo: “No escribía. Hablaba. Una palabra se unía a la siguiente como si fueran hermanas gemelas. No tenía miedo de cometer errores, aunque sabía que los cometería. Era mi idioma. No me sentía cohibido, no tenía necesidad de impostar la voz” (Kallifatides, 2019, pp. 84-85). Este reencuentro evoca la época de Homero cuando la tradición pudo ser perpetuada solamente a través de aedos que iban de pueblo en pueblo cantando la cólera de Aquiles y el largo extravío de Odiseo. Kallifatides ha vuelto a la palabra escrita, pero lo hace desde la oralidad. Su regreso a Grecia es a través de los inicios de esta, la voz, una voz dulce como la miel y llena de historia.


En cualquier rincón del mundo


Mientras que Odiseo tuvo que cumplir varias hazañas para poder volver, Kallifatides decidió realizar sus hazañas en otro lugar, que es también su hogar. Él no regresó a Atenas, sino que se afincó en Estocolmo, tuvo una familia, se volvió escritor en sueco y fue traductor al griego de sí mismo. Sin embargo, el nostos no le abandonó y lo cumplió con este viaje. La añoranza del migrante es Otra vida por vivir. La solución a esa añoranza es la lengua griega, que es la patria de Kallifatides, un ave que se había alejado de su bandada, pero mantuvo su dirección (Kallifatides, 2019, p. 86). Ahora que se ha reencontrado con su lengua materna, con lo irremplazable e infinito de su lengua, ¿cómo podría estar solo? Después de cincuenta años, escribió –y cantó– Otra vida por vivir en griego y así dejó de ser migrante. Ahora, su lengua materna, y con ella Grecia, está con él como si hubiera encontrado finalmente a esa bandada de pájaros que creía perdida.



[1] Los epígrafes de Cavafis corresponden a la edición de Visor Libros de su Poesía completa.

[2] Los fragmentos de Seferis aparecen en la colección Los Premios Nobel, de Ediciones Orbis S. A., bajo el título de “Mithistórima y otros poemas” (1983).

[3] Ver: Kallifatides, T. (1993). Language and Identity. Harvard Review, 113-120.

[4] “Al que honran las hijas del poderoso Zeus y advierten que desciende de los reyes vástagos de Zeus, a éste le derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen melifluas palabras” (Hesíodo, trad. 1978, pp. 80-85).


Notas


1. Los epígrafes de Cavafis corresponden a la edición de Visor Libros de su Poesía completa.

2. Los fragmentos de Seferis aparecen en la colección Los Premios Nobel, de Ediciones Orbis S. A., bajo el título de “Mithistórima y otros poemas” (1983).

3. Ver: Kallifatides, T. (1993). Language and Identity. Harvard Review, 113-120.

4. “Al que honran las hijas del poderoso Zeus y advierten que desciende de los reyes vástagos de Zeus, a éste le derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen melifluas palabras” (Hesíodo, trad. 1978, pp. 80-85).

Referencias
Aristófanes. (2007). Las ranas. Comedias III (pp. 215-316). (Luis M. Macía Aparicio, Trans.). Gredos.
Cavafis, C. P. (2005). Poesía completa. Alianza Editorial.
Dovlátov, S. (2018). La maleta [Kindle ed.]. Fulgencio Pimentel.
Hesíodo. (1978). Teogonía. (Aurelio Pérez Jiménez, Trans.). Gredos.
Kallan, M. (2000). The Longest Journey of All: Theodor Kallifatides and Second Language Writing. Examples of Narrative Strategies. [Disertación doctoral, Harvard University].
---. (2003). Leaving, Losing, Letting Go: Some Steps in Bilingual Transformations in the Work of Theodor Kallifatides. En G. Nagy y A. Stavrakopoulou (Eds.), Modern Greek Literature. Critical Essays (pp. 131-152). Routledge.
Kallifatides, T. (2019). Otra vida por vivir [Kindle ed.]. Galaxia Gutenberg.
---. (2019, 22 de septiembre). Theodor Kallifatides en conversación con Monika Zgustova. El exilio y la identidad perdida. [Entrevista conducida por Monika Zgustova]. Hay Festival Segovia. https://www.hayfestival.com/p-15899-theodor-kallifatides-in-conversation-with-monika-zgustova.aspx?localesetting=es-ES

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