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La instintiva voluptuosidad del lenguaje en agua viva de Clarice Lispector

Ensayo

La instintiva voluptuosidad del lenguaje en Agua Viva, de Clarice Lispector

Vicente Robalino

Número revista:

3

Tema libre

La obra de Clarice Lispector -especialmente La ciudad sitiada y Agua Viva- me convocan como lector al redescubrimiento de un lenguaje poético en constante juego con los sentidos. Esta peculiaridad expresiva, está unida a una visión fragmentaria de la realidad y dicha desde un lugar de enunciación interior se podría pensar autobiográfico, como lo ha visto la crítica Alejandra Josiowicz, intimidad que contrasta, con frecuencia, con un espacio exterior apenas reconocible, pues todo parecería suceder en ese yo que se va metamorfoseando, a medida que avanza en sus propias búsquedas. Esto sucede en Agua Viva: un sujeto enunciador que migra de un espacio a otro, de una preocupación espiritual a otra, de un género a otro; de la narración, al ensayo, del ensayo a la poesía, como la propia Lispector dice cuando se refiere a su escritura que la compara con el jazz porque: “trabajo con lo indirecto, lo informal y lo imprevisto” (Lispector, 2013, p.47)


Esta poética de lo imprevisto permite al sujeto enunciador rozar los límites del signo verbal para proponer una escritura desde el espacio de la música y desde el espacio de la pintura, es decir, desde la imagen no mimética; aspiración del arte contemporáneo, como lo afirma (Deleuze,1984): “Hay dos maneras de ir más allá de la figuración (es decir, a la vez la ilustrativa y la narrativa): o bien hacia la forma abstracta o bien hacia la figura. A esta vía de la figura, Cezanne le da el nombre simple de sensación. La figura es la forma sensible tomada en la sensación; (…)”. En este sentido, no es gratuito el epígrafe de Agua Viva, en donde se cita al pintor Michel Seuphor: “Debería existir una pintura libre de la dependencia de la figura-el objeto que, como la música, no ilustra nada, no cuenta una historia y no lanza un mito.”(Lispector, p. 10 ) Así, en Agua Viva se puede percibir una doble tensión: una de carácter estético, de negación de la representación icónica de la imagen y otra que podríamos llamar de carácter existencial vinculada, y en constante pugna, con una sociedad patriarcal, como afirma Bourdieu: “Y siempre he visto en la dominación masculina, y en la manera cómo se ha impuesto y soportado, el mejor ejemplo de aquella sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo la violencia simbólica, violencia amortiguada, insensible para sus propias víctimas,”(…) (Bourdieu, 2017, p.p.11-12 .)


Entonces, en mi lectura de Agua Viva propongo una exploración por la estética de las sensaciones (la voluptuosidad del lenguaje) hacia el encuentro de la problemática, que desde el espacio interior, está planteando el sujeto enunciador. Para ello, no se deben perder de vista los motivos libres-como en la música, encargados de desarmar la pura narratividad. Entre dichos motivos podemos encontrar los siguientes: la escritura, el tiempo (el instante), Dios: la vida y la muerte, el paraíso, la naturaleza, la maternidad, entre otros. Además, la palabra “instintivo” que antepongo, al sustantivo voluptuosidad, como un epíteto, puede ser explicado no desde la psicología individual, sino desde la concepción de los arquetipos de Jung: “El arquetipo es un elemento formal, en sí vacío que no es sino (…) una posibilidad dada a priori de la forma de la representación. No se heredan las representaciones sino las formas, que desde este punto de vista corresponden a los instintos, los cuales también están determinados formalmente”. (Jung, 2017, p. 34 ) En Agua Viva, hay una constante recurrencia a lo arquetípico–instintivo, tanto en lo sensorial como en actitudes comunes al ser humano y a los animales como el instinto materno, valga de ejemplo, del parto de una gata : “He ayudado alguna vez a parir a una gata. Sale el gato envuelto en una bolsa de agua y completamente encogido dentro. La madre lame tantas veces la bolsa de agua que esta al final se rompe y el gato queda casi libre,” (Lispector, p. 56)


La escritura en Agua Viva


En Agua Viva la palabra nos mira desde todos los rincones para interrogarnos sobre el sentido de la existencia de un yo que se debate en un mundo lleno de carencias. Aquí el lenguaje es llevado hasta los límites, hasta su exasperación para mostrar y demostrar que en el arte y, particularmente, en la creación cualquier llamado al orden puede ser arbitrario y por lo tanto inútil. De ahí que todo intento de racionalizar o fijar el sentido –desde la perspectiva de la trama-es una tarea que llevaría a la frustración del lector y de la lectura.


Entonces, ¿cómo leer Agua Viva sin tener la impresión de que el texto expulsa constantemente a su lector? Me parece que antes de interrogar al texto, el lector debe dejarse seducir por la voluptuosidad del lenguaje es decir, por el universo de sensaciones: visuales, auditivas, táctiles o por las sinestesias: (…) “escribo redondo, enmarañado y tibio, pero a veces frío como los instantes frescos, agua del arroyo que tiembla siempre por sí misma.” (Lispector, p.13). Esto no quiere decir que toda la textualidad se reduzca al mundo de las sensaciones, sino que la poética que organiza y reorganiza el discurso está proponiendo una estética de lo evanescente que toma como leiv motif el instante, de manera similar a lo que plantea Octavio Paz en el Arco y la Lira y en El Mono Gramático; sin embargo hay una notable diferencia entre estos dos autores-Lispector y Paz- Paz busca la comunión espiritual en el poema, Lispector no solo pone en duda aquel posible encuentro de la unidad perdida, sino que la cuestiona duramente, desde un lugar enunciativo de la existencia del ser humano, en general, y desde su posición de mujer latinoamericana, en particular-aunque en ningún momento la voz de Lispector sea ni pretenda ser un manifiesto. Así, es posible reconocer dos espacios enunciativos: un espacio interior y otro espacio exterior, donde los motivos libres- como en la música viajan por un agua viva- y emprenden una especie de eterno retorno, mientras que el lector se ve sometido como Tántalo a que esas aguas del sentido, lleguen hasta su barbilla y no las pueda beber. Esto no quiere decir que el lector se sienta castigado por los dioses como en el mito, sino que la voluptuosidad del lenguaje propone un juego sensual con las posibilidades del sentido, de acercamiento, visual, táctil y auditivo.


“El susurro del lenguaje” en Agua Viva


Roland Barthes piensa que la lengua puede susurrar ante tres situaciones: cuando enmienda lo dicho, cuando se juntan los cuerpos en la conjunción erótico-amatoria y cuando aspira a ser solo significante, como sucede en las vanguardias. En el primer caso, el susurro es “farfulleo”, pues lo dicho , dicho está, si bien no se puede borrar ya lo expresado, la enmienda consiste en añadir otras frases al enunciado, es decir, en farfullar en impedir la “marcha” de lo dicho, en hacer ruido igual que una máquina para continuar: “El farfulleo (del motor o del individuo) es, en suma, un temor: me temo que la marcha acabe por detenerse”. (Barthes, 2014,p.115). En el segundo caso, el susurro surge del “goce plural” de los cuerpos: “el susurro es el ruido propio del goce plural, pero no de las masas (la masa, en cambio, por su parte, tiene su única voz es terriblemente fuerte).” (Barthes, p. 16). Esta forma del susurro me recuerda uno de los poemas de Cernuda: “Qué ruido tan triste el que hacen los cuerpos cuando se aman,/parece como el viento que se mece en otoño/sobre los adolescentes mutilados,/”(Cernuda, 1999, p.177). En el tercer caso, esto es, el susurro como aspiración utópica, se podría encontrar en la poesía experimental. Dice Roland Barthes: “El susurro de la lengua constituye una utopía. ¿Qué es la utopía? La de una música del sentido” (Barthes, p-17).


Agua Viva, participaría de la segunda y de la tercera categorías de susurro de la lengua sugeridas por Barthes, es decir, de la posibilidad de que el significante por sí mismo sea sentido, tanto en el erotismo corporal como en el acercamiento del signo verbal hacia la música. En el primer caso, Clarice Lispector crea, se podría decir, una erótica del susurro; en el segundo, estaríamos ante la intuición sonora que proporciona la música: “no se comprende la música, se escucha. Escúchame entonces con todo tu cuerpo.” (Lispector, p.13). Desde este punto de vista, asistimos en Agua Viva, metafóricamente, a la ejecución de una partitura. Además, como sucede en todo este texto que es al mismo tiempo novela, ensayo y, sobre todo, poesía-para recordar, la distinción que hace Octavio Paz entre poesía y poema (Paz, 1979, pp.13-26)-el intercambio sinestésico entre las artes (música, pintura y palabra) es un principio compositivo encargado de producir intercambios de sentido y de estéticas, en Agua Viva. Así, el lienzo habla, la música escribe, la palabra pinta: “Es por el mismo secreto que me hace escribir ahora como si fuese a ti, escribo redondo, enmarañado y tibio, pero a veces frío como los instantes frescos,” (…) (Lispector, p. 34).


Del susurro al silencio en Agua Viva


En Agua Viva se produce el tránsito del susurro del lenguaje al silencio como una situación límite, como un no poder decir; en este sentido, el yo enunciativo se encuentra en lo que Bajtín llama “el umbral”: en situaciones límite, igual que los personajes de Dostoievski: “Todo en su mundo vive en la frontera misma con su contrario. El amor vive en el límite del odio, lo conoce y lo entiende”, (…) (Bajtín, 1.993 , p. 250 ) y en esta situación extrema se encuentra, precisamente, el lenguaje, pues Lispector parecería anunciar, igual que otros autores entre ellos el Vallejo de Trilce, la insuficiencia del signo verbal para expresar la conflictiva existencia humana, por esta razón recurre a la música y a la pintura para que digan lo que el signo verbal ya no puede expresarlo. Entonces la alternativa que propone esta autora es silenciar al signo verbal para que la partitura y el lienzo hablen por él: “Y después sabré como pintar y escribir, después de la extraña pero íntima respuesta. Escúchame, escucha el silencio. Lo que te digo nunca es lo que te digo y sí otra cosa”. (Lispector, p. 17).


Así, Agua Viva despliega un conjunto de redes simbólico-metafóricas, que ponen en un funcionamiento un no menos complejo intercambio de sentido(s) dado por la estética de las sensaciones (auditivas, olfativas, táctiles, visuales y gustativas).


La estética de las sensaciones puede conducirnos hacia la interpretación arquetípica de las imágenes primordiales: como la de la maternidad, la de la naturaleza, la del acto creador.

Bibliografía

Bajtín, M. (1993) Problemas de la poética de Dostoivski. México: Fondo de Cultura Económica.
Barhtes, R. (2002) El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Barcelona: Paidós.
Bourdieu, P. (2017) La dominación Masculina. Barcelona: Anagrama.
Lispector, C. (2013) Agua viva. Madrid: Siruela.
Jung, C.G. (2015) Arquetipos e inconsciente colectivo. Barcelona: Paidós.
Alejandra Josiowicz (2013). LA ESCRITORA QUE MATÓ A LOS PECES. ESCRITURA, GÉNERO Y MERCADO EN BRASIL (1967-1978): UN ESTUDIO DE LA LITERATURA INFANTIL DE CLARICE LISPECTOR. Revista Iberoamericana, 79 899-916.
Deleuze, G. (1984). FRANCIS BACON Lógica de la sensación (2.a ed.). Editions de la différence.

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