
Ensayo
La oscura edad de una boca
Juan José Pozo Prado
Número revista:
Tema libre
Si el dolor como el fuego diera humo
reinaría en el mundo una noche eterna
Schahid[1]
1973. Atravesamos Sechura en un bus Ford F-600, imaginando aún la caída en mitad de la noche si el chofer no hubiera resistido las intermitencias del sueño. Ante nuestra mirada sucedía, inmóvil y cambiante, el desierto que crece[2], y comprendí la verdadera extensión de los médanos. Afuera se respira un aire que encierra, adentro mío se oxida una ternura. Fue la primera vez que salí del país. Alguien dijo que en un lugar llamado Tarapaca existe una laguna roja como venas derramadas, y eso era lo primero que debía saber antes de llegar al Sur.
Afuera es jueves o domingo, poco dicen esas palabras en la carretera; adentro está tu frente pero nunca los lunes / porque adentro me sobran el reloj y los diarios. Pero ese día fue 11. Siempre martes. Adentro están doliendo tu setiembre y mis pasos. Años más tarde, sabré por mi hijo que en estas fechas llegan bandadas de cuvivíes a arrojarse en las aguas de un lugar llamado Ozogoche. Desde aquel día algo se quebró en el aire bajo todo el cielo de la tierra. No ha cesado el exilio desde entonces. Cuántos atraviesan la ciudad en un Ford Falcon y ven pasar árboles y pájaros e ignoran a qué sombra pertenecen[3]. Fueron décadas, como vuelo sudamericano, a la busca del desmayo o una roca donde estrellar las alas. Pero fueron los espantapájaros los verdaderos suicidas.
1976. Con viento de otoño recojo una piedra[4], y con voluntad de pan, la arrojo desde la barricada mientras ella descansa. No es la primera vez que sentimos las calles arder, tampoco la primera que vemos día a día edificarse nuestros escombros. Hace casi cuarenta años estuve en un calabozo por salir a protestar; hoy me enteré que una granada aturdidora estalló frente a mi hijo. Ha pasado un año, y a veces intuyo el gemido de una pobre alma que intenta vomitar su angustia y se atraganta en ella[5].
And downtown, where I got popped with the rubber bullet...[6]
...y aunque en una misma ciudad sonaba el disparo, los dos cuerpos pusieron los ojos a cantar. Pero nadie imaginó que un día nos querrían tuertos.
Jorge tomó una piedra buscando acaso desarmar a la policía, Jorge tomó una palabra buscando acaso encender la poesía. Pero ha escondido sus ruidos, buscandoprolongar sus silencios hasta inventar países, mientras guarda su sombra en la valija, y espera al tren carguero.
1979. ¿Qué noticias tienes de la historia? Luisa / se pudre en una celda de dos metros por uno. Todos del otro lado. Y gana este dolor por unanimidad.
Descubrías cada día una nueva vejez[7], noticias de tus días en el oído afilado en tierra ajena: tu voz tatuada por mis besos, estos labios / como peste o llovizna, este corazón de dinosaurio, mis latidos / como de clavicordio y de tormenta. Noticias de tu historia. Pero la distancia de a poco lo fue cubriendo todo, como si de polvo se tratara.
Hay que incendiar a la poesía / y cantar luego / con las cenizas útiles.
1980. ¿Qué ven los ojos del pájaro quemado?, ¿cenizas migratorias?, ¿un sur de rodillas? Dicen que tras el incendio se abre en la oscura saliva del silencio una escucha como fruta madurada. ¿En qué distancia tuya y de todos atendiste aquel rumor (Un hombre se me viene cayendo por la sangre, quiere decirnos algo)? Solo entonces fue posible ese decir palabras sin sentido que ruedan como oídos[8]. ¿Qué ven los ojos del pájaro quemado? Una interioridad abierta hacia la intemperie como los latidos de la noche. El mundo haz de tus imagenes[9]; haz de la distancia el polvo. Polvo acumulado. Polvo para morder.
1986. Entonces, la palabra, / ¿polvo para morder en la oscuridad? / ¿agua para alumbrar este cuerpo callado?Acaso el barro con que pronunciamos nuestros días: salgo a la calle como cada día; camino mas no avanzo[10]. Pasajeros de boca sonámbula somos; pero enciendes mi rostro en el espejo de tu lengua que da su trazo de sombra en las paredes blancas del silencio. Jorge: leo tus palabras que en mi padre y en mí resuenan bajo un latido sin tiempo ni frontera. Quizá un día, tras años de padecimiento y aprendizaje, hallaste en tu mano un pulso hirviente de arengas y caballos para cobijar al mundo con tu mundo e insuflar en nuestras manos un accionar sobre nuestros mundos: no canto porque sí, / yo busco un mundo otro. / Yo no enumero la cristalería, / quiero hacerla pedazos. Quizá la historia de la humanidad sea también la historia de un perpetuo exilio; una patria de elefantes desplazados, una noticia latente de refugiados, un silencio sangrante en la historia de los desaparecidos: porque la Tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura[11]. Rompan todo hasta que nada que no sea polvo se eleve hacia el aire.
También del polvo brota la piedra; pero no importa lo que la piedra como piedra pueda darnos. Importa lo que la piedra pueda darnos como cielo[12].
1991. Ser uno mismo es un proyecto[13]de acción y escucha. Habité días feroces porque perdí palabras. Pero cuando todo calla, al silencio hay que escucharlo, dejar que nos diga él lo que de nosotros callamos[14]. El papel en blanco rígido espejo solo devuelve lo que eres[15]...
No hay boca ajena que mueva la mano propia. No hay sonido externo que pueda afilar la escucha hacia el interior.
Jorge: escuchas pasos en la lengua vacía de la pordiosera. No fue musa ni poesía. La llamaste Sordomuda para conocerla, para acercarte a aquella con quien vives espalda con espalda y saca la lengua que es la punta del iceberg. Corrientes submarinas perfilan un sendero presentido.
Pienso que en la vida de todo poeta llega un momento en que es necesario enfrentar a la poesía, darle un nombre, seguir su rastro de animal fosforescente. Pienso en algunos que ya lo han hecho: Chantal Maillard la nombró Cual; Jaime Sabines la llamó Tarumba.
2001. Regresé del exilio, volví a ninguna parte. Yo y quien fui nos sentamos en el umbral de mi mirada[16] sabiendo que me espera una puerta cerrada tras la puerta.
El poeta escribe en la línea del agua, y se asfixia, y se ahoga.
Digamos que ganaste la carrera y que el premio era otra carrera[17].
2008. Una lentitud muy poco frecuente, la lentitud de la naturaleza, frente a la cual tú colocas una lentitud de observación, que es también naturaleza[18]. No es carrera ni sucesión el mundo que nos rodea: es hallazgo de las proteicas formas del pulso primigenio; dispersión hasta retomar el ritmo del pulso personal, ese reflejo sin rostro. Aunque el umbral de la mirada sea la irreconciliable frontera, subyace en todo acto la cópula entre el creador y lo creado[19]. Jorge: ya no llevan las palabras hacia la poesía; es ésta la que nos lleva hacia las palabras. He ahí el hallazgo. Así, con corazón abrazo las palabras de mis días: perro, agua, dime, hola, dónde.
Cuentan que los antiguos griegos atendían al rumor de las hojas a la espera de un oráculo. Encontraste un mensaje hacia tu boca en la verde muchedumbre de una palma real, acaso una voz secreta que reúne los cantos de esa provincia de pájaros ardientes; acaso la humedad que el agua perpetua y el polvo mordido a la palabra encienden flor adentro.
Tras volver del sur, recorrí durante meses los bosques tropicales a la orilla del río Santiago. En mis momentos de descanso, dibujaba las aves que rodeaban el campamento. Sí, la selva está hecha a lápiz, pero hay un bosque quemado en el centro de mi juventud. Quizá aquella ascua, de urgencia y memoria, sostiene en vilo la mirada: cadena de aire sobre la cadena del pensamiento. Y el mundo nos acontece.
2015. Los años de fuego que en mí ardieron también purificaron aquella periferia de la juventud. Llama la poesía como centro renovado, ardiente y radiante; una ronda de animales borrosos acecha el obraje de la palabra hallada entre cenizas útiles. Llamas a la luz y la luz viene como un animal transparente. Se incorpora a tus ojos y en tus ojos se encienden los números dispersos[20] ante el oído en el polvo. El trabajo con las palabras es un trabajo con el tiempo, cada palabra contiene el tiempo acumulado de cuanto expresa. Cuando el tiempo —pellejo de palabras— roce fugaz el aire, / asomará un venado. Aire súbito entre la espesura.
¿Quién escribe? El hambre.El hambre que es mano y frente al papel interpreta las voces del pensamiento; la mano que ha plantado una mano en la suyacomo guía pero también como acompañamiento (el que conduce es conducido); la guía y el camino que no son sino formas de la escucha.
¿Para qué escribir? Para confundir las palabras y que las cosas aparezcan[21]: construir una ciudad, por ejemplo[22]; llevar a un niño de la mano, por ejemplo.
2020. Cuando empecé a leer los poemas de Jorge Boccanera, sentí conectarse algunas cosas alrededor de mi vida: las anécdotas de mi padre, sus viajes y la época en que vivió, frente a aquellos recuerdos de las protestas de octubre, mis viajes y el aprendizaje de cosas inverosímiles que suceden en este plano dimensional que llamamos “realidad”. Recuerdo un monólogo de The waves, donde Louis —acaso otro nombre para T.S. Eliot— reconoce que su verdadero trabajo consiste en encontrar aquellas correspondencias ocultas de cuanto lo rodea. Cuando empecé a leer esta antología, sentí confluir los tiempos que esta reúne: acaso un espejo hondo o una visión.
Ha sido un año difícil. Nada ha cambiado; y sin embargo, todo se encuentra en otro lugar. Pero he podido comprender que a la vida de todo individuo llegan momentos de escucha. Hay quienes rezan; otros se retiran; hay quienes leen; otros, escriben. Creo haber visto que la escritura de Jorge Boccanera refleja un proceso que oscila de la acción a la escucha mediante un oficio: la misma voz pero modulada en otro registro. Volvía a oir de nuevo: ritmo hesicástico, podemos empezar[23].
Los textos en cursivas pertenecen a la antología personal Lluvia Negra, de Jorge Boccanera. El Ángel Editor (2018). Los títulos de cada párrafo corresponden a los años de publicación de los poemarios que constituyen esta antología.
[1] Cfr. Francisco Alexander (ed.), Tu bata flotante de seda roja y oro.
[2] Cfr. Friedrich Nietzsche, Así habló Zarathustra.
[3] Cfr. Mario Benedetti, "Desaparecidos".
[4] Cfr. Taneda Santôka, El monje desnudo.
[5] Cfr. James Baldwin, Nada personal.
[6] Cfr. Anderson .Paak, "Lockdown".
[7] Cfr. Juan Gelman, Anunciaciones y otras fábulas.
[8] Cfr. Vicente Aleixandre, "Mi voz".
[9] Cfr. Octavio Paz, Blanco.
[10] Cfr. Jorge Carrera Andrade, "Hombre planetario".
[11] Cfr. César Vallejo, "Los dados eternos".
[12] Cfr. Fernando Cazón Vera, "La poesía".
[13] Cfr. Luis Cardoza y Aragón.
[14] Cfr. Hugo Mujica, Cuando todo calla, "XXI".
[15] Cfr. Yorgos Seferis. "Solsticio de verano (VIII)".
[16] Cfr. Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana, "11".
[17] Cfr. Blanca Varela, "Currículum vitae".
[18] Cfr. José Lezama Lima, Paradiso.
[19] Ver: César Dávila Andrade, "Catedral salvaje".
[20] Cfr. Antonio Gamoneda, Canción errónea.
[21] Cfr. Chantal Maillard, Escribir.
[22] Cfr. Julio Pazos, La ciudad de las visiones.
[23] Cfr. José Lezama Lima, Paradiso.