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poemas bosques escribes y borges una mirada a escribosques

Ensayo

Poemas, bosques, escribes y borges: una mirada a 'escribosques'

Alejandra Vela Hidalgo

Número revista:

9

Tema libre

A través de las ramas que se topan en las copas y de las raíces que se entrelazan debajo de la tierra, los árboles se conectan unos con otros: son muchos, pero a la vez uno solo. Si el bosque que imaginamos fuese un manglar y las conexiones entre árboles, luminosas, podríamos ver cómo las señales corren a lo largo de las raíces sobre el agua que en su fluir las conducen por inesperados parajes. Así me imagino el bosque que propone David Barreto en escribosques, un bosquelibropoema que habla de poesía y es poesía. La voz poética se atrapa en el bosque/laberinto de la escritura y la lectura, de símbolos, cuya presencia es siempre ineludible, porque la vida está hecha de ellos: “escribe escribe escribe / que la vida pende de ello / porque / sin símbolos de aquí / el bosque se esfuma” (Barreto, 2022, p. 23).


El ramaje de los árboles que se conectan, así como sus raíces, se me parecen rizomas, estructuras rizomáticas, que son la latencia de la posibilidad infinita. La intertextualidad, consciente o no, que sucede en la poesía en su lectura y aún más en su escritura, según la propuesta de David Barreto, va creando entrelazamientos que conforman los símbolos constituyentes de la literatura y la vida: el gran bosque. Dice el yo poético: “me escucho a mí mismo / me escucho como a ti / te escucho / como nadie más que tú o yo / escribamosbosques” (Barreto, 2022, p. 33). Por eso, la presencia del Walden Pond nos lleva a Henry Thoreau que a su vez señala a Cavell, que luego nos conducirá indefinidamente por los ramajes.


La disposición minimalista en que aparecen los pocos versos distribuidos parcamente en dos páginas que se miran y que dialogan entre sí, invita al lector no solo a leer ortodoxamente, verso tras verso de arriba hacia abajo, sino horizontalmente: verso tras verso de izquierda a derecha, saltando de una página a otra. Las conexiones que se producen en ambos sentidos de lectura, además de ser una propuesta bastante lúdica, quizás dejo vanguardista, disparan el número de posibilidades de significación entre estas ramas/versos. Por eso, el yo insistentemente se agarra del imperativo, de la invitación: escribamos, escribe. Así como este va escribiendo su bosque, el lector va haciendo lo mismo: crea libremente las asociaciones en el estado salvaje que impera en el bosque, referencia a Thoreau, y rechaza las instancias rígidas que encuadran y contienen la realidad. Por un lado, es un juego mínimo de pocos versos y, por otro, múltiple debido a las infinitas posibilidades, incluso las que destruyen al bosque. Por esto, dice la voz poética: “menos siempre es más / másbosques” (Barreto, 2022, p. 31).


No obstante, perderse en un bosque no es todo alegría y algarabía de voces que dialogan en idealizada polifonía, sino también angustia, necesidad de salir: “dejaré migajas para salir del sepelio / de su cumpleaños” (Barreto, 2022, p. 35), porque el bosque texto contiene la sensación abyecta de la paradoja: deslumbramiento, sí, pero también incomodidad. El carácter paradójico de esta obra es esencial para entenderla. Así, el yo poético, a veces borgeano, es uno y es todos; este insta a escribir a un nosotros y también a un . El yo se constituye de átomos de otros autores que le permiten crear el poema, obra para nadie, para el silencio, como rezan los primeros versos: “escribamos / sin nadie que escuche / sin respuesta / una noche / medianoche / escribamosbosques / en silencio” (Barreto, 2022, p. 11). La poesía es aparentemente colectiva, “para saber que yo soy tú” (Barreto, 2022, p. 24), sin embargo, se revela como un acto esencialmente solitario: la escritura poética devela la soledad de la existencia del individuo que habita y se pierde en el bosque, soledad que el habla disimula.


El yo poético tiene poca y vaga esperanza de algún día encontrarse con Thoreau, a pesar de estar tan cerca en el mismo bosque, porque ambos lo habitan: el bosque es el encuentro y el desencuentro, que se encarnan en el juego de ambigüedad sintáctica de los versos: “escribosques” es verbo en presente de la primera persona del singular; también, un sustantivo; y la sonoridad de la terminación “es” nos remite al presente de la segunda persona del singular, como en “escribes”. El yo, el y el él cohabitan en soledad en una sola expresión. Otro ejemplo: “giro en el bosque / eucalipto cerca de allá / allá en cambio robles y ardillas” (Barreto, 2022, p. 41). El sustantivo “eucalipto” suena a “escribo”; “robles” y “ardillas” suenan a acciones de un . Así, los nombres se transfiguran sonoramente en verbos, lo que permite la coexistencia entre personas gramaticales y funciones sintácticas. Las palabras son acción y nombre, y son objetos y sujetos; se convierten en símbolos. Entonces, ¿quién escribe estos versos y otros versos? La respuesta nos muestra el abismo de la paradoja: “escribosques / y me acuesto en ellos / duermo escribiendo / para alargar la noche / que es parte del bosque” (Barreto, 2022, p. 25). El poeta es el bosque, aquel que escribe y sueña, que a su vez lo crea e incluso lo puede destruir: “el bosque arde quema destripa”, deshaciéndose a sí mismo.


Con cada verso, a pesar del estilo minimalista, el ramaje se vuelve más complejo, más salvaje e incontrolable: lo indomable contiene la belleza de la existencia de la poesía. Los grandes referentes del canon, aquellos dioses, “arrugas del firmamento” (Barreto, 2022, p. 16), se presentan en minúsculas, como tórtolas, “zuritas”, y además como verbos conjugados (nótese la sonoridad de “borges” con minúsculas), en singulares y en plurales: un escritor es todos los escritores; son símbolos. Los bosques están poblados de ellos, que en abundancia conforman el mundo de manera inevitable y natural; allí me pierdo, de allí a veces quiero salir, “de vez en cuando quemo el bosque / limpiándolo / para que brote el olvido / para despedirnos / de esos bosques” (Barreto, 2022, p. 38), pero no puedo porque soy el bosque: “como cuando se ve uno al espejo / y es también bosque” (Barreto, 2022, p. 40). Sería la destrucción y, entonces, deviene la soledad y la belleza.



Referencias

Barreto, D. (2022). escribosques. In/famia




Alejandra Vela Hidalgo (Quito, 1982)

Es doctora en Literatura Latinoamericana, Máster en Literatura Latinoamericana y Máster en Lingüística del Español por la Universidad de Purdue. Es docente de la Carrera de Literatura en la PUCE. Su investigación se centra en la literatura ecuatoriana y latinoamericana desde una perspectiva de género. Ha publicado en varias revistas de investigación a nivel nacional e internacional. Es parte del comité editorial de la Revista Elipsis.

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