
M
AQUETA
Audio Objeto
Isadora Ponce
Número revista:
6
Mi altillo, 16:30
Construir algo sin final.
Dejar que los materiales
pauten las preguntas.
Perder el miedo a experimentar,
a hacer públicos mi desórdenes creativos
pero sí la de una montaña de
papeles enquistados a un lateral de
mis dos pianos.
S
u
s
a
n
g
S
o
n
t
a
g
E
“La interpretación es un acto liberador.
Es un medio de revisar
de transvaluar,
de evadir el pasado muerto”.
. . . . . . . . . . . . .
(escucho a mi abuela coser en el cuarto de los Santos)
ni el sonido
No tengo ni la imagen
de mi primera partitura,

L
OBJ
ETO
Ahora que miro en ese archivo de la memoria. . .
veo que desde antes de Blank Verse las
Parásitos silenciosos
que marcaron mi relación
con la
M Ú S I C A
L
E
T
R
A
S
e adhirieron

MI COMEDOR,25/03,11:30PM
TENGO GANAS DE TOCAR EL PIANO.
ESTOS DÍAS NO IMPORTA LA HORA.
VOY A TOCAR A JUSTINA, DESCUBRIR ALGO
NUEVO.
TOCO LA PRIMERA PARTE:SILENCIO 10 Y
LA PRIMERA PÁGINA DE LA SEGUNDA:
BLANK VERSE.
EN LOS SONIDOS BROTAN LAS PALABRAS.
E
L
P
R
O
C
E
S
O

ME PIERDO
ME AHOGO VUELO
EN LA LUZ DE LOS RINCONES QUE MI CASA
ESCONDÍA EN EL SILENCIO DEL ASFALTO Y DEL
DÍA
EN EL DESAYUNO SIN CRONÓMETRO
EN EL SEXO DE MEDIODÍA
SOLTAR:EL TIEMPO,LOS RITMOS,LA
LINEALIDAD,LA VOZ DEL YO:
ÍCONO,DESGASTADO,ROTO.
HABITAR LOS DÍAS QUE SON NOCHES
Y REPENSAR LA VIDA A LA QUE NO VOLVERÍA.
EL RELATO
Mi comedor, 26…..1:00 AM
Toco una y otra vez. Primero la mano derecha, luego la izquierda. Busco el sonido. Sigo las instrucciones: tiempo, pedal, fraseo, matices, etc. La partitura me da espacio para jugar con el silencio y la intención. La materialidad de mi piano me obliga a romper las instrucciones claras del pedal. La partitura empieza a quebrarse.

El blanco suena. Pienso en la sobriedad de Justina que esconde la dulzura de sus manos. La primera parte vuelve. El tiempo se ralentiza. Escucho mi entorno, no sé si puedo tornarlo música: otro de mis malestares. Mis manos siguen el movimiento de patrones y la memoria me toma. No aprendí a jugar con sonidos, sí con libros: legos que recién empiezo a armar. Veo las lechugas que sembró el Francis, mi ansiedad regada en papeles y el reflejo de mi cara en la madera me incomoda como siempre, a veces quisiera controlar a narciso y amarlo siempre.
Toco. Paro. Acaricio. Vuelvo a repetir hasta lograr ese sonido en esa determinada nota. Activo momentáneamente la obsesión. La dejo ir. Libero la muñeca, los brazos. Contemplo el reflejo del movimiento de las manos que a veces es más bello que el sonido. Las manos son yemas hasta que el cuerpo busca la letra.
Rayo la partitura. Primero es una palabra, luego otra. Escribo. No dejo de tocar, como buscando que el sonido siga escribiendo. Salen frases y ya no sé si lo que hago es tocar o sentir el movimiento de las manos como engranaje que genera palabras, como cuando tengo que caminar para leer o masturbarme para escribir.


Toco y escribo, y el texto me pide otras notas que no corresponden a esa segunda página. Tomo fragmentos. Juego. Voy. Vuelvo. Pruebo. Fallo. Ahora las palabras dibujan al sonido. Miro la partitura intervenida con un cuaderno al lado. Toco desde el principio pero ya no puedo mantener la constancia. Cierro la tapa, tengo que moverme. Dejar que la vida siga.
Vuelvo al otro día y al otro.
Cambio un sonido,
agrego una nota.
Toco a diversas horas.
N
o
h
a
y
fi
n
al


Mí ático, el sofá del librero, 31/05, 8:42 PM
el mat de Pilates,
la hamaca,
el escritorio;
quisiera escribir moviéndome.
RESONANCIAS
“COMPRENDER ES INTERPRETAR.
E INTERPRETAR ES VOLVER A EXPONER EL
FENÓMENO
CON LA INTENCIÓN DE ENCONTRAR SU
EQUIVALENTE”
SUSAN SONTAG
El trabajo con un texto no tiene linealidad ni ritmo fijo, requiere la pausa. Irse. Volver. Leer desde la fractura y el abandono para volver al cuerpo propio. Buscar el silencio de la hoja en el espacio que me rodea, por eso no tengo lectura sin espacio. El espacio que recrea otro encuadre para que los pensamientos viajen hacia adentro para volver hacia afuera. El espacio de afuera que condiciona el de adentro. Leo estrabísticamente y busco en el tejido las puntadas en movimiento.
El texto llama. Resaltar es marcar y marcarse, dar textura a la superficie plana,
blanca y negra de la hoja. El color. Un acto de exclusión que refleja la memoria de una mano que pasó. Espacio de espectros que habitan la mancha o la palabra. Ideas sueltas que se arrastran a lo largo de los márgenes como las pulsiones de deseo a las que no puedo dar nombre. Líneas. Puntos. Lunares sensoriales del encuentro entre dos superficies blancas y manchadas, como las manos de mis abuelas y las mías.

Leer es que las palabras resuenen durante la cotidianidad, que se queden como fantasmas de mi memoria. Leer no como acto sino como recorrido; el texto como un algo que se refiere a algo, un algo de la experiencia. Tocar es leer. Interpretar es traducir. Un texto vive solo si sigue vivo y sigue vivo solo si es traducible e intraducible a la vez, a lo Derrida: mantener esa vida en movimiento. Black Verse: puntos negros que aprendí a leer como letras, que no me llevaron a la traducibilidad sino al instante: a mi vida en confinamiento.
El pedal y las palabras: susurros que modificaron el tiempo, cortaron la pieza, me alejaron de su supuesto original en factores “musicalmente estructurantes”. El afecto me nubla; “too much feeling, too much pasión, it's just Mozart” son palabras que oscilan entre mi límite y mi posibilidad. La toqué leyendo. Torné la primera hoja de la partitura en algo, una suerte de promesa para establecer la relación entre dos lenguajes: sonido y palabra, ella y yo. Me sumergí en su mundo sonoro y traje esos sonidos al mío. No sé si este objeto habla desde los lenguajes que presupone: el de ella, la compositora; y el mío, la intérprete, pero el lenguaje musical se desparramó. Palabras. Imágenes. Otros sonidos. Mi necesidad sobre la forma y no el contenido tornándose la pulsión de este objeto.

Mi acto de traducción mostrándome la pluralidad de los lenguajes y su parentesco. El arte como experiencia y seducción en el que el objeto artístico te provoca a una determinada disposición afectiva. La codependencia entre este objeto y la persona que vive la experiencia.

Ha pasado un mes sin volver a tocar la obra y a veces, cuando me quedo en pausa, en el constante estar de estos días, el mi doo la….. sol…. La dooo la… do la la sol suenan, y mi cabeza contesta con susurros y las sensaciones empiezan a sonar en la panza. Y pienso que una de las bellezas de poder narrar el mundo desde lo sonoro es la capacidad del sonido de guardarse en la piel, a veces como espinas, parásitos o caricias.

CUANDO LE CONTÉ A JUSTINA QUE HABÍA
ESCRITO ALGO MIENTRAS TOCABA
SU OBRA,ME DIJO QUE ELLA ESCRIBÍA POESÍA EN ESE
ENTONCES.