El título, Wings of Wax, evoca en nosotros el mito de Dédalo y su hijo Ícaro, quienes se inventaron un par de alas, hechas de plumas de pájaro y cera de abejas, para escapar del laberinto de Creta, prisión del minotauro. Como ellos, el bailarín se ve a sí mismo confinado en una prisión solitaria, capturado dentro de su propio cuerpo. De ahí que su deseo por desafiar la gravedad y experimentar con la técnica, permitiéndole al cuerpo ser en sus extremos, es un esfuerzo constante en su trabajo. Búsqueda que Jiří Kylián, coreógrafo y bailarín checo, pone en escena en esta obra, recreando las posibilidades infinitas del movimiento: cuerpos que permanecen suspendidos por un instante, desplazamientos que transcurren en un tiempo distinto, como si los bailarines estuviesen debajo del agua, y saltos que nos recuerdan el momento en el que Dédalo e Ícaro golpearon el suelo y se impulsaron hacia el infinito.