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Reseña libro

El milagro del contacto

Juan José Pozo

Número revista:

4

En Youth, película dirigida por Paolo Sorrentino, un breve diálogo entre el protagonista y una masajista empieza cuando ella lo encuentra emocionalmente afectado durante la sesión:


Entiendes todo con tus manos, ¿verdad?


Podemos entender muchas cosas tocando,

¿quién sabe por qué la gente teme tocarse?


Quizá porque piensan que tiene que ver con

el placer...


Esa es otra buena razón para tocarse en lugar

de hablar.


¿No te gusta hablar?


Nunca tengo qué decir.

No necesitas palabras para entender.


La danza de contacto, también conocida como Contact Improvisation, habla de un eje compartido: si un cuerpo retira su peso, el movimiento pierde fluidez. Esta danza se desarrolla sobre la base de la entrega y la confianza; su movimiento se articula mediante una atenta escucha de los cuerpos involucrados. Como en todo lenguaje, la danza de contacto permite conocernos de una forma directa, sin las barreras del vestuario, de la experiencia o del virtuosismo. Resulta sorprendente reconocer cuando existen dudas, inseguridades o, por otro lado, juego, entendimiento y conexión. Más sorprendente aún es comprender cuán cierta es la experiencia de mirar con las manos. A eso se podría agregar una mirada con las rótulas, la clavícula, el omóplato, la cavidad orbitaria, el cabello… e incluso la uña rota del meñique del pie, para no extender una lista tan amplia como el cuerpo humano en sí.


No existe un lenguaje más cierto que el corporal. La lectura de El milagro del contacto. Aprendizajes de un masajista, de José Vacas, es una experiencia tan directa como el contacto de la mano en el pecho: no precisa más que de una escritura sencilla, cálida y espontánea que nos recuerde nuestro cuerpo y su naturaleza, su tiempo, su pulso, su temperatura, olores y texturas. El libro alterna entre información relacionada con el funcionamiento del cuerpo, hasta consideraciones en torno a la dimensión emocional y espiritual de la práctica del masaje tolteca, pasando por anécdotas en las que el autor relata sus aprendizajes bajo la guía de su maestro, el señor Arévalo. Contrario a lo que se podría asumir respecto al masaje como una práctica que requiere de fuerza y presión, José Vacas menciona una actividad muy curiosa impartida por su maestro: tomar una papa cruda y hacerla puré con las manos. Además de distinguir las innumerables superficies de la palma, se entrena la atención con la que el masajista escucha al cuerpo en el que trabaja. Escuchar con las manos y encontrar un punto blando que, aunque milimétrico, permita aflojar la tensión —semejante acaso a esa anécdota del Zhuangzi donde el cocinero Pao Ding descuartiza bueyes sin esfuerzo al insertar el cuchillo entre sus articulaciones.


Ese punto por el cual el masajista empieza a trabajar no es físico, solamente. El autor señala que un tipo de masaje tolteca cura las afecciones del cuerpo; otro se encarga de curar las dolencias del alma, originadas por tensiones crónicas, a su vez sostenidas por cargas emocionales que alteran el equilibrio de un individuo. Es labor del masajista atender el sistema muscular del cuerpo humano para restituir ese punto de encaje. Durante la práctica, el dolor que experimenta la persona tratada no es causado por el masajista: se trata de una manifestación de cuanto esta carga y no canaliza. Conforme el tratamiento avanza y la tensión disminuye, el cuerpo se regenera mediante un proceso depurativo exigente que el señor Arévalo expresa no sin gracia:


Aquí unos trabajan y quien está acostado en la cama se cansa.


Pero aunque el dolor sea tratado, su sanación depende de quien lo padece. La práctica de la escucha es una práctica de aceptación; el tratamiento no equivale a la cura sino a un espacio de recogimiento y encuentro. Una de las enseñanzas del señor Arévalo que recuerda José Vacas dice que:


Dios pone la enfermedad en cada uno para que aprenda algo y solamente cuando ha aprendido (y puesto en práctica el aprendizaje a través de una decisión propia) viene la curación.


En fin, este libro contiene la sabiduría que solo otorga la práctica, la experiencia y los años. La lectura de El milagro del contacto, como señala su autor, es la lectura de tres libros: uno que gira en torno a la naturaleza y procedimiento del masaje tolteca; otro, que relata historias y anécdotas de quienes lo han recibido y practicado; por último, uno que comparte aprendizajes, además de momentos de humor, sabiduría popular e ilustraciones. A estos, agregaría un cuarto libro escrito y escuchado por el lector mediante su tacto renovado. El libro de José Vacas, como la mano, es un instrumento que siempre está a la mano (je je).

Libro reseñado: José Vacas, El milagro del contacto. Aprendizajes de un masajista. Eufonía, Ecuador, 2016.

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