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Reseña libro

'Encuentros homosexuales con Pancho Jaime', de Tibiezas Dager

José Luis Roldán

Número revista:

8

«Si deseamos un mundo sin restricciones, debemos reducir el actual a trizas. Debemos vivir

sin límites y amar y desear en las formas más destructivas. Debemos llegar a entender las

sensaciones de la guerra social. Si podemos aprender a ser un peligro al orden social, podemos volvernos en la insurrección más queer.»

BASHBACK, Ultraviolencia Queer



Existen muchos caminos posibles para exorcizar los dolores, las pasiones y las bellezas que, como seres sensibles, florecen en nuestras frentes. Están las riñas, rápidas y calientes, cuerpo a cuerpo, que jadeantes expulsan los dolores y culpas entre alaridos y ovaciones. Está el febril baile que, a través de movimientos acompasados, sonidos y cercanía sudada con otres, nos transforma en entidades liminales, enchufándonos con los elementos enormes y energéticos que nos rodean. Existe también la palabra hablada, ese cruce de información y detalle entre dialogantes. Con ritmos y pausas espontáneas, con los tiempos de futuro, pasado y presente entremezclados e igualmente utilizados, la palabra vierte las piedritas negras y coloridas de la cabeza en un hondo pozo compartido y fuera de la cosa propia. Así las formas siguen, se crean nuevas y se repiten otras.


Ahora, el modo que aquí nos ocupa permite a otres introducirse en él y sentir lo que su autora ha caminado, tocado y roto. Desde que fue parida en el puerto de Guayaquil, en este meme mal nombrado República del Ecuador, F. Tibiezas Dager utiliza el texto para sangrar las heridas que nos han causado los lugares de origen, la familia y la violencia. Nacer marica en esta parte del mundo, duele. Duele la iglesia en las llagas que llevamos en la frente de herejes; duele la familia hetero que nos señala de virulentos, pero sus miembros se colan en nuestras camas; duelen las piedras que nos lanzan a la piel desnuda en la plaza del pueblo a la madrugada. Sin embargo, la poesía de Tibiezas nos obliga a mirar el calor corporal que inunda esa cercanía, tan erótica y tan familiar, entre homosexuales que se curan las mutilaciones y se besan antes de salir a quemar un símbolo religioso en la calle. Esa amistad maricona que es tan física, a la que no le avergüenza su cuerpo.


El poemario de Dager (2021), Encuentros homosexuales con Pancho Jaime, nos habla de una homosexualidad que utiliza el fuego como elemento de venganza contra su antiguo enemigo: la buena moral, la ciudadana y defensora del bien.


relamemos la gasofa de nuestros dedos

quemamos una iglesia

un templo

un lugar de adoración

había gente adentro (p. 14)


Resulta inevitable pensar en la corriente de banderas negras que se reproduce por las cloacas de las ciudades de estos pobres y ridículos estados, por las manadas más irascibles y con más cicatrices de esos caseríos.


También está presente el afecto, ese cariño traducido en fluidos y movimientos de cuerpos cercanos:


cierra tus ojos sobre mis ojos

una vez entrelazadas las pestañas

podremos empezar

a besarnos toda la noche (p. 37)


Los poemas construyen un espacio que se habita durante la lectura, un espacio urbano y callejero, con unos cuerpos eróticos y místicos, donde se celebra lo que occidente quiere ocultar, lo que le da asco. Nos llevan a imaginar las columnas ardiendo de un aparatoso edificio blanco y sagrado, mientras que en su nave principal una bola de personas practica fisting unas con otras.


El texto se complementa con dibujos de Daya Ortiz Durán. En sus trazos, que acompañan a los poemas, sentimos el movimiento constante de les personajes representades que, aunque poseen rasgos antropomorfos, no son humanos, están mutilados y entremezclados. Un brazo cuelga clavado en una cruz de madera y mancillado un divino niño, destrozado lo sagrado, se vuelve profano.


En estos tiempos, en que la moral inquisitoria volvió en forma de progresismos y está en contra de todo lo que se sale del margen de lo apropiado y prudente, Tibiezas nos habla de sujetes amorales y complejos, que son les más interesantes y anchamente reales. Este poemario es un posible ejercicio de evocación con palabras, imágenes y memoria de las experiencias corporales e idílicas que pueblan la imaginación de muchas mariconas que habitan en esta tierra paradójica.




José Luis Roldán (Quito, Ecuador, 1996)

Marika mestiza y estudiante de antropología.

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