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Reseña libro

Euler Granda, el poeta de la palabra incesante

Freddy Peñafiel

Número revista:

10

Volverme a encontrar con las palabras del poeta Euler Granda (Euler Grande, como se refería a él Marcoantoño Rodríguez) es volver a creer en la poesía.


El título de la selección de versos no podía ser más acertado, la presencia de Euler en las letras de Ecuador y de América siempre serán una “Reaparición incesante”.


Euler Granda se paseó por los caminos de la poesía como Euler por su casa. Nada de lo poético le era ajeno y nada de lo que podemos ver en el mundo a través de sus ojos era ajeno a ser poesía.


Desde la palabra para ser leída delante de fogatas que incendian calles y llaman a combate, hasta palabras para ser susurradas al oído de la persona amada en reuniones secretas o no tanto.


“el amor no es más que el desamor con piel de oveja”, nos lanza Euler con la sabiduría de quien conoce el dolor y el amor y no les tiene miedo, pero tampoco lástima.


También nos recuerda, sin humedecer la palabra, que “hoy mataron a Juan el Huasicama” y que:


“no hubo más

el patrón lo mató

porque le dio la gana”,

y es ahí en que la palabra de Euler crece, se agiganta y se convierte en palabra colectiva para derrumbar esos muros, esos silencios y esas injusticias que nos recorren la piel y llenan de dolor los ojos.


Porque la palabra de Euler nace donde la poesía empieza a ser: en el barrio, en las cantinas, debajo de los abrazos trasnochados,

“en eso de encontrarte

en más de una ocasión me di por muerto”.


Pero también la búsqueda constante de entender o no entender -que para el caso es lo mismo- la propia esencia de la vida o de la muerte está en la obra de Euler, como un respiro o un ahogo.

“No morimos de golpe

morimos por pedazos

morimos por instantes”,

y vivimos de la misma manera. Pedacito a pedacito hasta encontrar, dentro de su poesía, una imaginada explicación de la vida misma.


Y sobre todo, o a pesar de todo, la poesía de Euler está en la calle, en la lucha callejera, puede ser leída detrás de una fogata para alentar las manifestaciones o puede ser pintada en las paredes como memoria de un tiempo que no termina.


Y entre los personajes de su poesía están  los barrenderos, los cargadores, los nadies que construyen las ciudades y nos dejan creer que vivimos en un mundo organizado y preparado para todos:


“Basta ya de dormir en los portales,

huyan ya del tugurio,

escápense del frío,

corran hacia el camal (…)

Corran

sin detenerse corran

que la muerte

les pisa los talones

y no tienen Uds. donde caerse muertos”.


Y está también esa misma forma de morir en medio y en manos de una sociedad ciega y asesina, que mete en el mismo saco a los nadies y a los poetas,  a los hombres y las mujeres que caminan por la calle con la única herramienta en las manos de su mirada:


“Una vez lo mataron

al doblar una esquina,

le siguieron matando,

con la vida…

Yo soy ese hombre”.


Y en estos tiempos de siglos nuevos, pandemias que nadie puede entender, la posibilidad de andar por la vida muriendo en cada esquina es la paradoja de Euler. Esa muerte y ese renacer en círculos perpetuos que se vuelven concéntricos e inevitables.


Ahora es una tarea urgente releer a Euler Granda. El dueño de las palabras que vive en  los  arrabales y que se pueden volver en contra de quien las lee, de quien las escribe, de quien las cría:


“pero cría palabras

y un día te sacarán los ojos.”


El mismo Euler capaz de reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre la soledad, el amor y los demás. Siempre los demás como parte del problema:


“Me caen gordos,

no los soporto,

me pongo amoratado del odio

porque son fiel copia de mi mismo”.


Y son parte del problema porque nos encontramos una copia en papel carbón de nosotros mismos y nuestras certezas, de nosotros mismo y nuestras dudas.


Por último, la lectura de Euler Granda se vuelve urgente en tiempos de redes, de desconexiones humanas y de soledades eternas.


“soy el convidado de piedra (…)

el que va detrás de la locomotora,

el amputado

el que llueve en el desierto

escribo para no olvidarme de mi cara.”




Referencias

Granda, E. (2017). Reaparición incesante. Centro de Publicaciones, PUCE



Euler Granda (Riobamba, Ecuador,  1935)

Doctor en Medicina y poeta. Ha publicado innumerables libros de poesía y ha ganado, entre otros, el premio Eugenio Espejo por la totalidad de su obra.

Freddy Peñafiel Larrea (Quito, Ecuador, 1972)

Periodista, poeta y profesor de colegio. Ha publicado ocho libros de poesía individuales y dirige un programa de radio llamado “Rompecabezas”.

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