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Reseña libro

La soledad o 'Klara y el Sol', de Kazuo Ishiguro

Sylvia Gómez

Número revista:

9

Klara y el Sol, de Kazuo Ishiguro, no es un libro feroz, no causa miedo, no da explicaciones.


Lo que nos hace personas y lo que nos deshumaniza brota, y es entonces cuando provoca un corte, una escisión por goteo que, hacia el final de la narración, deviene una tortura sutil. “Tal vez todos los humanos se sienten solos. Al menos en potencia” (Ishiguro, 2021, p. 286). Es la soledad que acorrala.


El tema aparente en la novela no es original: robots, experimentos distópicos, manipulaciones genéticas, tópicos que han sido escritos y reescritos en abundancia. La inteligencia artificial (IA), que sabemos funciona en períodos de aprendizaje de los comportamientos, procesos y patrones, por medio de algoritmos, y cuyo fin supone la simulación o incluso la suplantación, convive con nosotros. Aborda también cuestiones como el ambientalismo o el sectarismo social sin ahondar en ellos, sin manifiestos.


¿Cuál es la llamada, entonces, en el relato de Klara? Todo es transparente en ella, no hay misterios: es una A.A. (amiga artificial) de penúltima generación, adquirida por una familia para que acompañe y cuide de una adolescente enferma. Pero es una historia del desconcierto mientras ocurre la exploración de la naturaleza de los hombres, desde lo aprendido por un robot. El reemplazo de lo humano casi es total, Klara es la voz de la novela.


Sus ojos, ingenuos y agudos, que todo lo clasifican en bloques (2021, p. 67), van absorbiendo sentimientos, emociones y pensamientos de ese fluido heterogéneo que es la conciencia humana. Sucede en una época en la que los niños son “mejorados” y algunos de sus padres asisten a funerales anticipados por la pérdida física o mental de sus hijos, en medio del perfeccionamiento de su condición genética. Los observa, les “proporciona privacidad” (2021, p. 78), los cuestiona sin juicios. Encuentra en ellos un intento de despojarse de todo sentimiento y un enfrentamiento con su propia ética.


En ese vaivén de referencias de aprendizaje e incertidumbres, Klara acepta designios nacidos del horror, pero busca soluciones desesperadas y místicas para salvar a su niña, mientras adquiere capacidades que le permiten aprehender ese entorno familiar con sus contextos, entorno que se vuelve su mundo. Vive rodeada de personajes que transitan el proceso, impasibles y sumergidos en el desaliento, seres que se separan unos de otros y que parecería que procuraran aislarse, convertirse en autómatas o en meros sujetos de reacción.


El Sol (con mayúscula inicial) es la entidad a la que Klara recurre a través de conmovedoras plegarias y de quien extrae la esperanza cuando nadie más la tiene. “El miedo se apoderó de mi mente, pero recordé la gran bondad del Sol [...]”, piensa la ginoide, e implora a su dios que derrame su nutriente sobre su niña. Se sacrifica, cediendo parte de su líquido vital en ofrenda al benévolo Sol, con quien mantiene un pacto de silencio. “[...] He vuelto aquí esta tarde porque no he olvidado jamás lo bondadoso que puede ser el Sol”, (2021, pp. 299-300), eleva su súplica. “Si pudiera enviarle su nutriente especial, que tanto lo necesita. [...] No me importa haber perdido mi precioso fluido. Habría cedido más de buen agrado [...]” (2021, p. 300). La mirada de la desconsolada Klara se fragmenta en bloques y emergen sentimientos de angustia. Una máquina experimenta la fe.


En la narración, dividida en seis partes, lo no dicho juguetea con la suposición. Ishiguro trabaja con las palabras sin muchas serifas, pero con meticulosa intimidad. El desánimo camina en un constante tono de nostalgia. Klara y el Sol es un libro artefacto sobre la obsolescencia de los seres, un libro pared con hermosas enredaderas que hacen pensar que hay algo más allá, un lugar al cual nadie busca llegar.


“Hasta hace poco no creía que los humanos pudieran elegir de manera voluntaria la soledad. No sabía que a veces hay fuerzas más poderosas que el deseo de evitar la soledad” (2021, p. 173), dice Klara y aclara, valga la redundancia, el posible trasfondo sugerido por Ishiguro. Al final, una pregunta resuena con eco: ¿Cómo es que llegamos a quedarnos solos?



Referencias:
Ishiguro, K. (2021). Klara y el Sol. Anagrama.



Sylvia Gómez Bowen

(Quito, 1978). Literata, correctora y periodista. Licenciada en Comunicación y Literatura, cursa un máster en Edición y Gestión Editorial. Vive feliz con un cachorro león, un gorila y un schnauzer anciano.

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