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Reseña libro

Reminiscencias nómadas, apuntes sobre la obra de Blanca Varela

Pablo Orbe

Número revista:

10

Hay en el mundo relatos inquietos que reflejan la crisis de identidad del sujeto moderno. Son la experiencia y la palabra de hombres y mujeres en fuga. Esa pulsión negativa responde a la urgencia y la ubicuidad que caracteriza a la sociedad contemporánea, pues mantener un lugar en el seno del vínculo social implica una tensión y un esfuerzo que son negados por la velocidad y fluidez con la que se suceden los acontecimientos históricos.


Aislado (por voluntad u obligación), el sujeto agudiza la conciencia de ser uno mismo y para identificarse en el mundo se exime de toda autoridad e, inevitablemente, de toda relación social. Sin más obligaciones de identidad, y desprovisto del espejo que los otros nos representan, el mundo se le aparece extraño. Ante la imposibilidad de acceder a otro, el individuo decide vagar por el mundo, observando la realidad inmediata, sus dinámicas y paisajes.


Al cumplir los 30 años, por ejemplo, Emily Dickinson decide no salir más de su casa. Se hace de un medio provisional para desprenderse de sí misma, para sobrellevar su existencia. Encerrada en su habitación, no vive para otra cosa que no sea la escritura. Robert Walser entrega su vida a desempeñar empleos subalternos. Yendo de una tarea a otra, borrado del mundo, lo encuentran una mañana profundamente dormido sobre la nieve: libre. Quienes leen sus microgramas reconocen que la verdad se revela en lo más profundo de la palabra escrita, pues leer letras diminutas requiere mirar con atención lo que se esconde en ellas. Henry David Thoreau, movido por la tristeza que le causó la muerte de su hermano, lo abandonó todo y se refugió en los bosques de Concord. A las orillas del estanque de Walden, narró la vida a su alrededor, contemplando en la huida, un resquicio de esperanza.


Alejados lo suficiente del mundo, encontramos un lugar para las especulaciones, la fantasía, los sueños y la ficción. Alejados lo suficiente, encontraremos a Blanca Varela perdida en la intensidad del viaje que representa la poesía o la escritura del poema, perdida, recorriendo calles desconocidas, sin posibilidad de detenerse. “Todo cabe en dos ojos deslumbrados”, dice en su poema “Canto en Ithaca”, todo cabe en la memoria y en el relato del viaje, todo cabe en el recuerdo, aunque, tristemente, el caminante no se detiene jamás sobre sus propias vivencias.


Pienso en el deseo extraño que hay detrás del vagabundeo: el de un individuo que busca alcanzarse hacia adentro, pues aquel que niega al mundo intenta reconocer primero sus contradicciones. Con tal de explicar esto, María Auxiliadora Balladares analiza en su investigación Todos creados en un abrir y cerrar de ojos los poemas de Blanca Varela que recrean un hogar desde el cual retratar sus opuestos: Lima, una madre amada, pero lejana a la que no pretende volver; la noche, una forma de vacío donde se dibuja la figura humana del yo poético; o el viaje, comienzo del rito de pasaje de un estado a otro (el de la inocencia a la maldad, como en el caso de Salinger, o el de la luz a la sombra, en el caso de la misma Varela) y su evocación silenciosa del inminente final.

Para el viajero la morada adquiere un nuevo sentido en la poesía de Varela, donde la institución fija e inamovible no lo satisface y el deambular es el verdadero fin de su vida. La obra de Varela remite a lugares lejanos a los que pretende no volver, pues para hallar un lugar en el mundo es necesario despertar a solas, en medio de la nada, intuyendo la falta que nos hacen los otros.


El claroscuro en la obra poética de Blanca Varela, escrito por María Auxiliadora Balladares, es una aproximación a lo inalcanzable, pues para hablar de luz en la poesía vareliana es necesario hablar de lo humano, de lo imperfecto, de todo aquello que ha sido corrompido por el deseo y la oscuridad. Por eso encuentro en el apartado sobre el vagabundeo y los espacios vacíos de esta investigación un deseo tan fuerte que me suscita algunas preguntas: si algo le es permitido desear al ser humano, ¿no debería ser aquello que más lamenta? ¿No se trata de eso la esperanza que habita en el poema: del lamento de aquellos que niegan profundamente al mundo? ¿No se trata de eso el andar (y por ende convergen en ese tema las demás figuras poéticas del claroscuro): de no cesar ante el mundo y sus formas? ¿No se trata de eso también escribir: de reescribir el mundo negado?


Le corresponderá al lector de las páginas de esta investigación reconocer en la escritura y la edición académica una respuesta. Nos corresponderá a todos reconocer el valor que las editoriales independientes y los centros de publicación universitarios, como el Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, han aportado al desarrollo de la cultura en el país. Nos corresponderá a todos brindar el apoyo necesario para que estas publicaciones vean la luz por más tiempo.



Referencias:

Balladares, M (2015), Todos creados en un abrir y cerrar de ojos: El claroscuro en la obra poética de Blanca Varela, Centro de Publicaciones PUCE.



Pablo Orbe (Quito, Ecuador, 1995).

Librero.


María Auxiliadora Balladares (Guayaquil, Ecuador, 1980)

Es escritora, profesora e investigadora en la Universidad San Francisco de Quito. Su interés gira alrededor de la obra de poetas latinoamericanos del siglo XX y del XXI.

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