
¿Podemos repensar el arte y modificar la cronología de su historia? Esta es una pregunta que la pintora sueca Hilma af Klint despierta en nosotros. Perturbada por la muerte de su hermana, Hilma se adentró en el mundo del espiritismo y el ocultismo, corrientes muy populares en aquella época en Europa, y dibujó sus experiencias: pintó lo supraterrenal, trazó un mundo invisible utilizando figuras abstractas y colores pastel. Uno de estos trabajos fue la serie Las flores y los árboles, en donde retrató la dimensión espiritual de la naturaleza, contrastando la apariencia externa de las plantas con su esencia geométrica. Su búsqueda por un mundo paralelo la llevó a desarrollar un lenguaje abstracto en el arte, mucho antes que Kandinsky, Mondrian y Malévich, sus supuestos e inamovibles precursores. Es así como Hilma af Klint se nos presenta como una figura rebelde: no solo tambalea la historia mil veces repetida del arte, que persiste en invisibilizar a las mujeres, sino que, además, pone en duda la supremacía de sus colegas masculinos.
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