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Atic Rodríguez recomienda: La giganta de Leonora Carrington


«Mi memoria tironea hacia la imagen nítida de algo jamás visto, aunque recordado y tan intensamente vivo que siento que me posee», confesó una vez Leonora Carrington, pintora y escritora inglesa nacionalizada mexicana. Tirón que la empujaba hacia lo desconocido, a los mitos celtas que su madre, de origen irlandés, le contaba por las noches, al mundo de la infancia y de los sueños, que nada tienen que ver con la lógica y sí con los vacíos siderales entre los conceptos. Quizá Carrington intuyó que el lenguaje era un límite, que para develar el revés de sí misma las palabras no eran suficiente, necesitaba crear otro lenguaje, uno habitado por gigantes de alma triste, caballos indómitos, espíritus danzantes y rostros como briznas del viento, criaturas fantásticas y extrañas presentes en cada una de sus pinturas. Con la ayuda de un lenguaje tendiente al silencio y, por ende, a la ausencia de cualquier sentido evidente, Leonora Carrington inventó un mundo que, a su vez, la inventó a ella, en el cual se diluye con lo animal, lo sagrado y lo oculto.



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