A Wislawa Szymborska le gustaba escuchar el canto de los pájaros y mirarlos caminar por el jardÃn dando saltos de punto, tejiendo un recorrido impreciso entre las flores. No le gustaban los museos por anticuados, porque los objetos le recordaban lo que está eternamente perdido: la corona que duró más que la cabeza, la mano que perdió contra el guante, el collar que dilató su existencia más allá del cuello. Afirmó haber disfrutado solamente de uno: un museo de botones. Como estas historias es la poesÃa de Szymborska, que vuelve extraña la cotidianidad más enfermiza y que reafirma la instantaneidad de todas las cosas: Todo es mÃo –dice-, nada en propiedad / nada en propiedad para la memoria, / y mÃo sólo mientras lo miro.
top of page
bottom of page