Anne Carson lee a Proust como experiencia irrepetible y formula 59 propuestas, junto con algunos apéndices, acerca de Albertine, la heroína de A la busca del tiempo perdido, cuya risa tiene el color y el olor de un geranio. Esta es una historia exhaustiva de fascinación: del narrador y de los lectores. Carson encuentra similitudes entre Shakespeare y Proust, pues ambos disfrutaban de la vida sexual de las plantas como lenguaje apropiado para el deseo femenino, no solo en su florecimiento, sino también en su negación. Albertine acontece múltiples veces en un mismo momento; cambia y, por tanto, es incognoscible. Nos dice Anne Carson que, para quien ama celosamente, como el narrador, no hay reposo hasta descubrir todos los puntos en el espacio y en el tiempo que alguna vez ocupó su amada.
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