Narrativa

Todos los parques llevan tu nombre
Andrea Armijos Echeverría
Número revista:
7
Siempre llegamos a la puerta con la esperanza de que nadie haya salido más temprano, que nadie haya tenido la misma idea: ir al parque en la mañana. Siempre abrimos la puerta con la mano izquierda para sostenernos con la derecha, que es nuestra mano hábil, y tener cuidado de que nadie más entre.

Sinfonía Ecuatoriana: el tren de Alfaro
Betty Aguirre-Maier
Número revista:
6
Domingo (Doménico) Brescia contemplaba la Bahía de San Francisco desde la ventana de su pequeña casa victoriana en Lombard Street. Era una helada y brumosa mañana de invierno. Al medio día debía tomar el Teleférico (cable-car) para ir hasta la Oficina de Correos en la calle Séptima con Misión y enviar algunas cartas a Chile y Ecuador. Entre ellas, una a su entrañable amigo, el General Eloy Alfaro.

El cuerno de la abundancia
Carlos Martín Briceño
Número revista:
6
A las dos de la tarde, cuando el calor obliga a todo el pueblo a refugiarse en la siesta y hasta los perros de la calle buscan el cobijo de los corredores del palacio municipal, Catalina Salum aprovecha para cerrar durante una hora las puertas de El cuerno de la abundancia y solazarse con su juego preferido.

Casa de naipes
Gisela Santibáñez
Número revista:
6
—Dame la llave, no estás en condiciones de manejar así —le digo con un residuo de audacia.
Sonríe, mueve la cabeza de lado a lado, chasquea la lengua. De sobra conozco esa expresión. Se acerca. Me apunta con el dedo índice en círculos, a centímetros de mis ojos:
—Ajá, te doy la llave a ti porque no sé manejar. Sí, cómo no —dice salpicándome la cara con su aliento a tequila—. Ahora resulta, “la doña” maneja mejor que yo… ¿Quién te crees? Estúpida.

Rabia
Jorge Vargas Chavarría
Número revista:
6
Los García fueron los primeros en comprar un revólver. Nos lo confesó el mismo Rodrigo García cuando debatíamos junto a los demás vecinos cómo habríamos de defendernos. A él lo abordaron en la puerta de su casa; se llevaron su billetera y arrojaron sus llaves por la alcantarilla tras fracasar en su intento por desbloquear el volante del automóvil.

Ant
Rommel Manosalvas
Número revista:
6
Papá pone las manos sobre mamá y me sobreviene el vértigo. Se supone que yo no debería estar ahí, solo en la noche, en medio de las luciérnagas. Del otro lado de la ventana, el resplandor de la lámpara se refleja en los azulejos y escinde los cuerpos: miembros rígidos, manos que se cierran y se agitan, estremecidas.




