Narrativa

La persistencia de lo efímero
Lucía Mestanza
Número revista:
3
Pensó en la suavidad de la región del papel. Empezó a inventar todos los suspiros como eras del otoño lo mismo que hojuelas de nieve, gotas de verano, primaveras en octubre o rosas sin porqué. Escribió sobre todo lo que en la vida se escapa en un fragmento de segundo, pero descartó la idea al recordar que las historias reales ya poblaban demasiado el tiempo.

Las gatas de Licurgo
Kevin Wright
Número revista:
3
Sostiene Heródoto que los misterios de Zeus Esparta y Zeus Uranio otorgan a los reyes Lacónicos el derecho de declararle la guerra a cualquier pueblo.
Una noche de agosto, Jaramillo y yo imitamos aquella potestad y les declaramos la guerra a las ratas.

En esta casa vive el diablo
Sandra Araya
Número revista:
3
Ella sabía, mejor que nadie en el mundo, dónde estaba el sitio del corazón en el cuerpo, ahí mismo, debajo de ese seno izquierdo, viejo. Se pasó una mano por el pecho intentando desperdigar los latidos desacompasados de su músculo herido. Tenía el corazón herido. Y no era una metáfora. Después de algunos infartos, propios y ajenos, el padecimiento del corazón era parte de su historia personal, la que había ido construyendo, a solas, en su mayoría.

Contraportada
Jorge Cevallos
Número revista:
3
En ocho días se cumplirá el duodécimo aniversario de la primera publicación en la que participé desde el momento en el que asistí a una reunión para escuchar las reglas del “juego”. Ahí conocí a los demás contendientes listos para cumplir o frustrar su sueño de aparecer, tal vez, y por primera vez, en un libro.

Los focos
Martín Torres
Número revista:
3
La luz llega temprano. Aparta, poco a poco, el silencio del huraño. Nunca llega sola. Hay pequeñas notas de cristal que se tocan rápidamente; son tambores hechos de membrana y huesos, como todos los demás. La luz desciende acompañada, llevándose los detalles en su nombre.

Una danza de espasmos
Hugo Mujica
Número revista:
3
Pasó suavemente la mano sobre el pelo cobrizo, de arriba hacia abajo, otra vez de arriba abajo… Siguió haciéndolo y comprobando cómo la respiración iba apaciguándose, viendo cómo con cada caricia el gato iba deponiendo la firmeza felina de su lomo arqueado.




