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Elipsis viene del griego elleipsis que significa omisión o falta. La elipsis como figura retórica es el lugar de una ausencia, de una omisión que resalta aquello que esconde; es un salto, un espaciamiento, un paréntesis, una suspensión temporal que permite al infinito alcanzar los límites de lo pequeño. Página en blanco, vacío como posibilidad de que el relato se encadene como un espacio fragmentado, discontinuo, sin alcanzar la totalidad. La voluptuosidad del significante, que requiere de la pausa para crear articulaciones, da paso a la expectación atemporal, particular y lírica de lo real.
La paradoja de la elipsis reside en que hace obrar a la presencia por medio de lo que no está; conjura el sentido desde un ámbito lejano al texto; es, a la vez, condición y posibilidad de lo dicho.
Los años
Daniel Ramos
El sol es el regente del tiempo. El vaivén entre luz y oscuridad es el metrónomo que vuelve visible el implacable paso de las horas. El sol es quien marca las estaciones, cuyo desarrollo cíclico nos recuerda que el reloj nunca dejó de avanzar. El tiempo atmosférico es para Virginia Woolf la carta de presentación de un nuevo año, de un capítulo más.
La paradoja de la duración
Giovanny Hidalgo
Los años es una novela relacionada con el tiempo, que se encuentra ligada a esos momentos en que la belleza del mundo es revelada, pero al mismo tiempo desaparece y muere. Entonces nos cuestionamos: ¿por qué hay algunos instantes, aparentemente insignificantes, que permanecen nítidos en nuestra cabeza y son capaces de ignorar años enteros?
Los años: novela sin argumento
Alejandra Rivadeneira
Publicada en el año de 1937, la última obra de Virginia Woolf, Los Años, demuestra claramente ser una novela sin argumento. El texto propone la historia de la familia Partiger a lo largo de cincuenta años, aproximadamente; sin embargo, no se trata de ninguna manera de una obra épica.
Molloy y Mersault: antihéroes que se construyen a partir de la figura de la madre
David López R.
La ausencia de la figura paterna puede ser un síntoma de que los personajes no reconozcan una ley o una institución de normas, donde se puede elucubrar que la figura de un padre no articuló el despojamiento edípico; como consecuencia, la realidad adquiere un carácter distorsionado para el protagonista.
La dualidad como condición del arte en Muerte en Venecia
Melanie García Robles
La belleza y lo abyecto, el deseo y lo repulsivo, la disciplina y la transgresión, el orden y el caos, la salud y la enfermedad, la vejez y la lozanía, lo íntimo y lo exterior, la huida y la quietud, la eternidad y lo efímero, lo apolíneo y lo dionisíaco y, por supuesto, la vida y la muerte —la pista que deja Mann en el título de la obra—.
El interior y exterior en la construcción
Josué López
El cuento La construcción de Kafka culmina como la mayoría de sus obras, es decir, sin un final claro. Se comprende que el protagonista queda tendido en la plaza fuerte y el sonido del animal enemigo se desvanece, mientras él queda en la agonía de saber si podrá regresar.
El mismo sitio de siempre por primera vez
Chávez Benavides
En Memorias del subsuelo (1864) de Fiódor Dostoyevski, el poeta no está satisfecho con lo que hace. En la construcción del discurso, antes de la narración de las memorias, el protagonista se introduce a sí mismo no como un hombre de acción ―quien comprende que los caminos conducen a alguna parte y que se interesa en ser arrastrado a una condición determinada―, sino como alguien que no acepta condenarse al objetivo de trazar caminos que lo lleven a alguna parte.
Molloy como novela escatológica
Emiliano Páez Ponce
El nuevo nacimiento está impregnado de locura, de incomunicación y de excremento a montones. El despertar y reconocimiento de Molloy en su segundo nacimiento es, metafísicamente y simbólicamente hablando, una segunda vida después de la muerte; una escatología totalmente inmunda y visceral. Ahí es cuando la vida se vuelve lúcida pero a la vez abyecta y, sobretodo, absurda.
«Estoy en una jaula en busca de un pájaro».