Por la noche en Slyne Head
en un arrastrero de cincuenta pies
es frío y oscuro
incluso en mitad del verano.

Las brasas en la niebla
eran rosas arraigadas en tu corazón y la ceniza recubría tu rostro
cada mañana.

Recogiendo sombras de cipreses te fuiste el otro verano.

Olas azules dentro de la piedra
se arremolinan como ágiles muñecas.

Mi casa no tiene palabras. ¿Las casas tienen palabras?
Hay una grabadora (con casete incluido)
bajo el parqué y la losa. Ésta graba los pasos de la gente.

Escribes;
la tinta se acaba
el mar se multiplica.

Ahora cierren las ventanas y silencien todos los campos;
si es deber de los árboles, déjalos mecerse en silencio;
ningún pájaro canta ahora, y si los hay
que sea mi pérdida.

Bajo tierra la ciudad pierde la cara.

El Homo topus no busca comida ni bebida,
busca el cuerpo,
la llamarada de la noche —el fuego negro—.

Un hombre cambia a su hijo por caballos.
Esa es la versión que prefiero. Me gusta
la seguridad que hay en ella, nadie es culpable,

Ruinas real refugio en fin hacia el que de tan lejos por tanto falso. Lejanía sin fin tierra cielo confundidos ni un ruido nada mueve. Rostro gris dos azul pálido pequeño cuerpo corazón latiendo solo de pie. Apagado abierto cuatro lados volteado real refugio sin salida.

Parece
imposible—
no solo un
barco en una
botella, también
viento y mar.

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

la mujer cuyo rostro ha terminado de romperse apenas
con un júbilo tan infinito

y pesado que podría ser que la pena ha ganado
un carro en un show de regalos, para su familia,